En el otoño de 2005, atravesaba uno de los momentos más difíciles de mi vida. La enfermedad se presentó, trayendo consigo una grave condición pulmonar que requirió tratamiento. Recuerdo ese día en mi cama, habiendo perdido 10 libras en menos de 14 días, lo cual era muy notorio, dada mi delgadez en ese entonces. Verdaderamente pensé que era el fin, mis fuerzas se agotaban y consideré dejar de luchar. En medio del dolor, la desesperación y la tristeza, me rendí y llegué a desear dejar de existir.

Sin embargo, en ese tiempo oscuro, mi Dios habló a mi corazón y me recordó cada palabra, cada promesa, y que aún no había terminado conmigo. Esas palabras, el cuidado de mi familia y la compañía de una gran amiga, fueron el impulso que necesitaba para salir de ese letargo y del deseo de no querer vivir. A los 21 años, en medio de ese proceso de enfermedad, tomé una de las decisiones más importantes que he tomado: decidí vivir.

Decidir vivir desde la depresión, la tristeza, el abandono, el desconsuelo y la ansiedad es una tarea difícil, pero no imposible. Es reconocer que hay más por hacer y que, con la ayuda de Dios, todo es posible. Decidir no renunciar a la vida puede ser tan sencillo como tomar ese medicamento que asegura la sanidad, comer esa comida que nos alimentará, empezar a hacer ese ejercicio que nos fortalecerá, abandonar esa relación que nos daña o cambiar hábitos tóxicos por hábitos saludables. Incluso puede implicar cantar entre lágrimas y recibir liberación. Es mirar no solo la luz al final del camino, sino más bien creer que el camino continúa mas allá de nuestras dificultades. 

En la travesía de la vida, todos enfrentamos momentos difíciles que nos desafían hasta lo más profundo de nuestro ser. A veces, esos desafíos se manifiestan abrumadoramente en forma de depresión, ataques mentales persistentes o pensamientos oscuros de rendirnos. Sin embargo, en medio de la oscuridad, existe una decisión que puede cambiarlo todo: decidir vivir.

La depresión no es solo tristeza; es un peso que parece imposible de levantar, una neblina que distorsiona la percepción de la realidad y nubla la esperanza. Los ataques mentales nos asedian con sus voces críticas y sus predicciones de fracaso. En esos momentos, es fácil sentirse atrapado en un ciclo de negatividad y desesperación, donde la ansiedad abruma y todo parece gris. Sin embargo, la decisión de vivir no es solo un acto de resistencia pasiva contra la adversidad. Es un compromiso activo de enfrentar los desafíos con valentía y determinación. 

Decidir vivir significa buscar ayuda cuando sea necesario, abrirse a las personas que nos aman y buscar formas de autocuidado que nos fortalezcan. La resiliencia no se mide por la ausencia de dificultades, sino por la capacidad de enfrentarlas y aprender de ellas. En el camino hacia la superación personal, cada pequeño paso cuenta: desde levantarse cada mañana hasta encontrar momentos de paz en medio del caos. La resiliencia nos enseña que somos más fuertes de lo que creemos, capaces de adaptarnos y crecer incluso en los momentos más oscuros.

Hablar sobre pensamientos suicidas es difícil y doloroso, pero es crucial romper el silencio. Reconocer estos pensamientos no es un signo de debilidad, sino el primer paso hacia la curación. Mirar a Jesús y la cruz aceptando su salvación puede cambiar nuestra historia. También el buscar apoyo profesional y compartir nuestras luchas con personas de confianza puede marcar la diferencia entre el desespero y la esperanza renovada.

Después de aquel otoño, he enfrentado otros momentos oscuros en mi vida donde el dolor, la tristeza, la ansiedad, la carga y la desesperación me han golpeado con fuerza. Pero por la gracia de mi Dios, he visto como cada uno de ellos representó una oportunidad para escribir un nuevo capítulo en mi historia; un capítulo de fe, de resiliencia, esperanza y crecimiento personal. 

Mantengo mi decisión de vivir cada día que miro a la cruz y ella me recuerda que Él murió para que yo viva. No renuncio a la vida, pues el dador de la vida es quien cura mi dolor. ¿Y si lo ha hecho conmigo, crees que lo puede hacer contigo?

No sé qué proceso o situación oscura hayas pasado o estés atravesando en este momento, pero quiero recordarte que cada nuevo día que despertamos es una oportunidad para vivir. ¡Hoy te invito a vivir! Porque Él aún no ha terminado contigo. Juntos, podemos encontrar la luz incluso en los días más oscuros. Así que mis queridos amigos, vivamos cada día con esperanza, mientras esperamos nuestro destino final: el Cielo.

 

"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4:13 NVI)

 

"Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa." (Isaías 41:10 NVI)

 

¡Feliz y bendecida semana!

Con cariño,

 

Nataly Paniagua