“Los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean hombres débiles, los hombres débiles crean tiempos difíciles" (G. Michael Hopf)
Ahí estábamos, cinco hermanos compartiendo recursos limitados: en ocasiones apenas cuatro panes y algunos huevos para alimentarnos. Los más jóvenes usando la ropa y zapatos que los mayores ya no necesitaban. Nuestra rutina diaria incluía el dormir tres niñas en la parte inferior de un camarote de dos niveles, mientras que los dos niños compartían la cama en el segundo nivel. Aprovechábamos al máximo nuestros materiales escolares, usando cuadernos hasta la última página y lápices hasta que solo quedaba el "cabito". Estudiar a la luz de velas por la falta de electricidad y compartir nuestros juguetes y posesiones, eran prácticas comunes entre nosotros.
Aunque la carencia de recursos, la falta de intimidad y privacidad y los problemas familiares eran desafíos constantes, agradezco sinceramente esos tiempos. Fueron difíciles, ciertamente, pero fueron estos desafíos los que forjaron en nosotros valores fundamentales como el espíritu de colaboración, la solidaridad, la generosidad y, sobre todo, la gratitud. Es que en las adversidades donde se revela verdaderamente el carácter de las personas y se cultivan las cualidades más valiosas.
Desde la infancia hasta la edad adulta, todos los seres humanos enfrentamos pruebas que nos moldean y nos preparan para el futuro. Es un proceso de crecimiento continuo, donde cada obstáculo superado nos hace más fuertes y resistentes.
Es innegable que los tiempos difíciles tienen el poder de moldear y fortalecer a los individuos de una manera única. Nos enseñan a adaptarnos, a valorar lo que tenemos y a encontrar soluciones creativas ante las limitaciones. Cada obstáculo superado nos hace más fuertes y nos prepara para enfrentar futuros desafíos con determinación y resiliencia. Los tiempos difíciles nos muestran que somos capaces de soportar más de lo que creíamos posible y nos dan la oportunidad de demostrar nuestra verdadera fuerza interior.
Por otro lado, los tiempos suaves, aunque cómodos y placenteros, pueden llevarnos a la complacencia y a la debilidad. Cuando todo va bien en nuestras vidas, es fácil caer en la rutina y en la pasividad. Nos acostumbramos al confort y a la seguridad, y perdemos la capacidad de enfrentar los desafíos con valentía y determinación. En estos momentos de calma, es importante recordar que la verdadera fortaleza se forja en la adversidad, no en la comodidad.
En retrospectiva, y en mi caso personal y familiar, esos momentos de dificultad no fueron simplemente pruebas que superamos, sino experiencias que nos transformaron en personas más fuertes, más compasivas y agradecidas. Nos enseñaron la importancia del trabajo en equipo, la importancia de compartir y apoyarnos mutuamente en tiempos de necesidad. Cosas que por la gracia de Dios practicamos hasta el día de hoy.
Agradezco esos tiempos difíciles, pues fueron ellos los que nos moldearon y nos prepararon para la vida adulta. Hoy, puedo afirmar con certeza que la adversidad no fue un obstáculo, sino una oportunidad de crecimiento. Nos hizo más fuertes, más resilientes y conscientes del valor de las pequeñas cosas en la vida.
Hoy te invito a reconocer que los tiempos difíciles son una parte inevitable de la experiencia humana. Sin embargo, en lugar de temerles, debemos abrazarlos como oportunidades para crecer y aprender. Pues son los momentos de mayor dificultad los que nos dan la oportunidad de demostrar nuestra verdadera fortaleza interior y de convertirnos en las personas que estamos destinados a ser. Así que, en lugar de huir de los desafíos, abracémoslos con valentía y determinación, sabiendo que cada obstáculo que superamos nos acerca un paso más a nuestra mejor versión, mientras nos preparamos para nuestro destino final: el Cielo.
«También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor». (Romanos 5:3-5 NTV)
¡Feliz y bendecida semana!
Con cariño,
Nataly Paniagua