La dolorosa despedida de ese ser querido me impactó una vez más. Otra vez me encontré llorando frente a una cama de hospital, en esta ocasión contemplando la imagen desgastada de mi amiga, quien, a pesar de anhelar la vida, atravesaba sus últimas horas en la tierra. Sabía que no habría más oportunidades de compartir, reír o conversar con ella. Sin embargo, a pesar de que ese día marcaba nuestra última jornada juntas en este mundo, mi corazón, aunque afligido, rebosaba de gratitud por todo lo bueno vivido, los momentos de alegría aprovechados y los recuerdos que perdurarían en mi corazón. Una vez más, pude sentir los frágiles y vulnerables que somos.

En esta ruta de vida que transitamos, existen colores que resaltan con intensidad, momentos que nos marcan y circunstancias que nos desafían hasta lo más profundo de nuestro ser. Nos encontramos, en ocasiones, en la encrucijada de nuestra propia fragilidad y vulnerabilidad, enfrentando el dolor, la pérdida y el engaño. Y nuevamente las lágrimas se hacen lucir, sin importar frente a quien estemos o donde nos encontremos. Creo que el amor nos hace frágiles y vulnerables, pero es y será la mayor evidencia de la humanidad que hay en nosotros.

La fragilidad humana es un recordatorio constante de nuestra condición finita, de nuestra capacidad para sentir y sufrir. Somos vulnerables al dolor emocional, físico y espiritual. El dolor nos desgarra, la pérdida nos consume y el engaño nos sacude hasta los cimientos. Nos encontramos en un estado de vulnerabilidad, expuestos a las inclemencias del destino y a las acciones de aquellos que nos rodean. En nuestra fragilidad, experimentamos la gama completa de emociones humanas: tristeza, ira, desesperación, pero también amor, compasión y esperanza.

Sin embargo, es precisamente en nuestra fragilidad donde reside nuestra fuerza más profunda. La capacidad de enfrentar el dolor y la adversidad con valentía y determinación es un testimonio de la resiliencia del espíritu humano. A pesar de nuestras heridas y cicatrices, encontramos la fortaleza para levantarnos, para seguir adelante, para recomponernos y reconstruirnos a nosotros mismos y nuestras vidas. Es en los momentos más oscuros que descubrimos la luz interior que nos guía, la chispa de esperanza que nos impulsa a continuar.

La resiliencia humana es un fenómeno extraordinario, una manifestación de la fuerza y ​​la ​​determinación del espíritu humano. Nos levantamos de las cenizas de nuestras experiencias más difíciles, transformados, pero no derrotados. Aprendemos a adaptarnos, a encontrar significado en el sufrimiento, a crecer a través de la adversidad. En cada obstáculo, encontramos una oportunidad para fortalecernos, para desarrollar una mayor comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Y es en medio de esa oscuridad, que descubrimos la llama de nuestra fortaleza interior, la resiliencia que nos permite levantarnos una y otra vez, incluso cuando todo parece desmoronarse a nuestro alrededor.

Es importante recordar que la resiliencia no es un destino, sino un viaje. Un proceso de autodescubrimiento y crecimiento personal que requiere tiempo, paciencia y amor propio. No se trata de evitar el dolor o la dificultad, sino de enfrentarlos con coraje y ​​determinación. Es en la aceptación de nuestra fragilidad y vulnerabilidad que encontramos la verdadera fuerza para superar cualquier desafío que se nos presente.

En este viaje de resiliencia, es crucial cultivar una mentalidad de esperanza y gratitud. Reconocer las bendiciones en medio de la adversidad, encontrar motivos para sonreír incluso en los momentos más oscuros. Practicar la autocompasión y el perdón, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás. Buscar el apoyo de aquellos que nos aman y nos cuidan, permitiendo que su amor y su compasión nos ayuden a sanar nuestras heridas más profundas.

En última instancia, la fragilidad humana es una parte fundamental de nuestra experiencia compartida. Somos seres imperfectos, vulnerables al dolor y al sufrimiento, pero también capaces de una fuerza y resiliencia asombrosas.

Hoy te invito a que aun en medio de pruebas y tribulaciones, y aun sabiendo que nos faltan muchas otras situaciones por enfrentar, recordemos siempre Dios está con nosotros y somos más fuertes de lo que creemos y más capaces de lo que imaginamos. Que nuestra fragilidad sea el catalizador de nuestra fortaleza, y que nuestra resiliencia sea la luz que guíe nuestro camino hacia un futuro más brillante, mientras esperamos compartir de nuevo con los que ya despedimos, en un mejor lugar, nuestro destino final: el Cielo.

 

«Él me dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por lo tanto, gustosamente presumiré más bien de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.» (2 Corintios 12:9 NVI) ¡Feliz y bendecida semana!

 

Con cariño, 

 

Nataly Paniagua