En la profundidades cálidas y misteriosas de mi acogedor y secreto refugio, me encontraba, nadando libremente en el líquido amniótico, en los confines de ese vasto océano que me sostenía. Envuelta en el cálido abrazo de la oscuridad, disfrutaba de maravillosos manjares que llegaban a mí a través del cordón umbilical. Cada latido era una sinfonía y cada movimiento una danza cósmica. Me deleitaba incomparablemente con las canciones que mi amada madre me cantaba con su bella voz. Y qué decir de las risas y cosquillas que me hacían retorcer al sentir las caricias y susurros de mi querido padre.

En ese recinto íntimo, pude vislumbrar a mi Creador, sonriéndome y escribiendo sobre mí cada una de las cosas que haría. Antes de ser embrión le vi. En el principio estuve en su aliento, y luego me colocó en el vientre de mi madre para llegar a la tierra en forma corporal y cumplir cada una de las palabras que desde el principio Él escribió sobre mí. Lo más hermoso es que siempre estuve, he estado y estaré en Él, pues fui creada por Él y para Él.

Y entonces... esa oscura pero brillante noche del domingo 29 de abril de 1984, en la hermosa ciudad de Santo Domingo, República Dominicana, vi la luz, mientras escuchaba una voz decir: ¡es una niña! Y yo lloraba de júbilo por el inicio de esta aventura.

Este hermoso día celebro la vida y el propósito maravilloso que soy. Agradezco a mi Padre Eterno por estos 40 abriles (4 décadas; 8 lustros; 480 meses; 2,080 semanas; 14,600 días; 350,400 horas y 21,024,600 segundos) cargados de gracia, favor y misericordias, en los cuales he visto su mano poderosa. En estos cuarenta años, he vivido una historia de resiliencia, redención, crecimiento y de transformación, donde cada capítulo está impregnado del propósito eterno de Dios.

En la dulce inocencia de la infancia, Dios me sostuvo con ternura, guiándome en mis primeros pasos y susurrando promesas de un futuro lleno de esperanza. En la adolescencia, con sus desafíos y confusiones, Él me llamó a descubrir mi identidad en Él, a encontrar mi voz y a abrazar mis dones y talentos con valentía y determinación.

Los años adultos me han llevado por caminos sinuosos, a través de desiertos áridos y montañas imponentes. Pero en cada valle oscuro y en cada cumbre luminosa, Dios está presente, obrando en mí y a través de mi para cumplir su propósito eterno. En medio de las luchas y los desafíos, aprendí a confiar en su providencia, a aferrarme a su gracia y a descansar en su amor inmutable.

Hoy, al celebrar cuatro décadas caminando sobre la tierra, reflexiono en las lecciones aprendidas y las bendiciones recibidas. En estos momentos de introspección, descubro la belleza de la gracia salvadora de Dios, que perdona mis pecados, restaura mi alma y me impulsa hacia adelante con renovado vigor y determinación. En este hermoso camino he vislumbrado el plan de Dios desplegándose ante mis ojos maravillados. Cada encuentro fortuito, cada desafío inesperado, cada alegría desbordante, forma parte de un cuadro más grande, una obra maestra divina que se está desarrollando en tiempo real.

¡Mis 40 temporadas han sido maravillosas! En todas mis primaveras, veranos, otoños e inviernos, ¡Él ha estado aquí!

Gracias a ti que me lees, por ser parte de este año en mi vida. Hoy te invito a agradecer y celebrar conmigo, desde donde te encuentres, ya sea con una copa de vino, un vaso de jugo o agua, o simplemente con una taza de té o café. Brinda conmigo por estos maravillosos 40 años cumplidos. Te pido también que ores conmigo por los años que me restan caminar sobre esta tierra, conforme el reloj de Dios.

Celebro la vida, expectante de cada capítulo y escena que falta, y añorando cuando me reencuentre con él y more en sus brazos nuevamente y por la eternidad, en mi destino final: el Cielo.

 

«Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre. ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente compleja! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien. Tú me observabas mientras iba cobrando forma en secreto, mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz. Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara» (Salmos 139:13-16 NTV)

 

¡Feliz y bendecida semana!

 

Con cariño, 

 

Nataly Paniagua