Ese miércoles de abril del año 2018 marcó un punto crucial en mi vida, cuando mi amada hermana dio su último suspiro. Su partida fue rápida y fugaz, dejándonos sin aliento. En tan solo dos meses desde que recibió el diagnóstico clínico de enfermedad de páncreas, nos vimos obligados a despedirnos de ella. Aquel día, durante mi visita, pude notar su evidente deterioro y cansancio mientras conversábamos. Cada minuto compartido se volvió invaluable y, al despedirme para regresar a casa, no imaginaba que sería la última vez que la vería con vida. El dolor se intensificó cuando recibí la llamada que confirmaba la triste noticia, sumiéndome en un profundo lamento.

En esta aventura de la vida, el tiempo es el hilo conductor que une cada experiencia, cada emoción y cada momento significativo. Y dentro de esa compleja red temporal, existe un elemento aparentemente diminuto, pero profundamente significativo: el minuto. En un día normal, un minuto y sus maravillosos sesenta segundos parecen insignificantes, es apenas un destello en el reloj. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a momentos cruciales en la vida, un solo minuto puede adquirir un valor incalculable.

Para aquellos que pierden a seres queridos por la muerte , y lo digo por mi propia experiencia, un minuto puede parecer una eternidad de dolor y añoranza. En el eco del silencio que deja la ausencia, los minutos se vuelven interminables, recordándonos la fugacidad de la vida y la importancia de cada instante compartido con quienes amamos. Cada minuto se convierte en una oportunidad perdida, una palabra no dicha, un abrazo no entregado. En la oscuridad del duelo, aprendemos a valorar cada minuto que pasamos con quienes nos rodean, sabiendo que el tiempo es un regalo efímero que no podemos dar por sentado.

Para los amantes que se ven obligados a separarse, un minuto puede ser el lapso más doloroso de todos. Cuando el tiempo se convierte en un enemigo implacable que los arranca el uno del otro, cada minuto se torna en un preciado tesoro. Cada segundo representa una batalla contra la distancia y el vacío, un esfuerzo por aferrarse a los recuerdos compartidos y la esperanza de un reencuentro futuro. En esos momentos, un simple minuto puede ser el único consuelo en medio de la despedida.

En el ámbito laboral y profesional , el firmar un nuevo contrato o finalizar un proyecto importante, un minuto puede representar el inicio o fin de meses o incluso años de arduo trabajo y dedicación. En esos momentos de inicio, cierre y conclusión, cada minuto es una celebración de los objetivos, logros alcanzados y los obstáculos superados. Es en esos instantes cada minuto se convierte en una pieza crucial del rompecabezas que conforma nuestro éxito.

Más allá de las circunstancias citadas, considera que el valor de un minuto radica en su capacidad para transformar nuestras vidas. En un mundo donde el tiempo es un recurso limitado y precioso, cada minuto nos ofrece la oportunidad de tomar decisiones, de aprender y crecer, de amar y ser amados. Cada minuto es una nueva página en el libro de nuestra existencia, una oportunidad para escribir nuestra propia historia.

Desde la triste pérdida de queridos, la desgarradora separación de amantes hasta y el inicio o cierre de proyectos significativos, el valor de un minuto se manifiesta de formas profundas y conmovedoras tomando matices distintos, pero igualmente poderosos. El valor de un minuto trasciende su mera duración. Nos desafía a apreciar la belleza efímera de cada momento ya encontrar significado en la brevedad del tiempo. Cada minuto que pasamos con nuestros seres queridos, cada minuto de aprendizaje y crecimiento, cada minuto de trabajo hacia nuestros sueños, merece ser celebrado y vivido con plenitud.

Hoy  te invitamos a apreciar el valor de cada minuto, a vivir con plenitud y conciencia en el presente. A no dejarnos llevar por la rutina y las preocupaciones del día a día, reconociendo que cada minuto es un regalo que no puede ser recuperado una vez que ha pasado. Aprender a valorar el tiempo es aprender a valorar la vida misma , a reconocer la belleza efímera de cada momento y la importancia de aprovechar al máximo cada instante que se nos concede. Que podamos reconocer que el valor de un minuto reside en nuestra capacidad para darle significado.

En nuestras manos está la responsabilidad de llenar cada minuto con amor, con gratitud y con propósito. Porque al final del día, lo que realmente importa no son los minutos que pasan, sino cómo elegimos vivir cada uno de ellos . Y confiados porque de seguro nos volveremos a ver en nuestro destino final: el Cielo… y definitivamente es mi fe que allí las limitaciones del tiempo presente no existen, pues la Eternidad es la protagonista. De seguro en aquel hermoso lugar adoraré a mi Creador, junto a mis seres amados que ya no están.

 

«Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo» (Eclesiastés 3:1 DHH)

«Aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos» (Efesios 5:16 NVI)

 

 ¡Feliz y bendecida semana!

 

Con cariño, 

 

Nataly Paniagua