Las lágrimas , incontrolables y persistentes, caían nuevamente sobre las páginas de mi diario. Dejando un rastro indeleble, como huellas en la arena, marcando el dolor que había vivido ese triste día. Las palabras duras, el desamor, las pérdidas y el enojo se manifestaban en cada mancha, como evidencia de una situación dura y triste.

Pero algo estaba claro: el llanto y los sollozos no serán eternos . Pronto cesarían, y las manchas de las lágrimas se convertirían en un recordatorio de lo vivido. Un nuevo testimonio nacería de esas experiencias, listo para ser compartido con otros que también lloran y creen que sus lágrimas no tienen un fin.

Desde mis primeros recuerdos, he sido un poco llorona. Las lágrimas han fluido por tristeza, alegría, pérdidas materiales y humanas. Lloro cuando oro y clamo a mi Padre, cuando siento su presencia a través del Espíritu Santo. Incluso lloré en mi boda y al ver por primera vez a mis hijos al nacer. Como mujer, me considero una llorona de corazón sensata.

Para mí, llorar es una forma de expresión, una vía para drenar y sanar . Aunque a menudo se ha asociado con debilidad, creo que se necesita fortaleza para llorar. No es ausencia de debilidad, sino la capacidad de resistir, de mantenerse en pie cuando todo parece desmoronarse. Las lágrimas , como pequeñas compuertas, liberan la presión acumulada en el alma . Como todo en la vida, también tienen su tiempo.

En medio de los procesos de la vida, enfrentamos situaciones que nos sacuden hasta lo más profundo. Las pérdidas nos desgarran, los engaños nos quiebran y los traumas dejan cicatrices invisibles en nuestra alma. Pero al final, esas cicatrices también cuentan una historia de fortaleza y resiliencia.

Ser fuerte no implica ocultar nuestras lágrimas ni reprimir nuestras emociones . La verdadera fortaleza reside en aceptar nuestra vulnerabilidad . Cuando permitimos que las lágrimas fluyan y reconocemos el dolor y la tristeza, damos un paso hacia la sanación. No somos invulnerables, pero podemos ser resilientes.

La resiliencia es la capacidad de recuperarnos tras una caída . Imagina un árbol que se dobla ante el viento feroz, pero no se quiebra. Así somos nosotros. Las pérdidas pueden doblegarnos, los engaños sacudirnos, pero la resiliencia nos permite enderezarnos una y otra vez. Es como si nuestro corazón dijera: "Aunque me rompa, seguiré latiendo".

Las cicatrices no son signos de debilidad; son marcas de supervivencia . Cada herida cerrada es un testimonio de que hemos enfrentado la tormenta y sobrevivido. No debemos avergonzarnos de nuestras cicatrices; Debemos honrarlas y exhibirlas. Son parte de nuestra historia, de lo que somos.

Saber que las lágrimas son pasajeras nos ayuda a entender su propósito . En medio de la adversidad, la esperanza es nuestra ancla, y nos da la fuerza para seguir adelante. Es que real y efectivamente nuestras experiencias dolorosas no son en vano. Y cuando compartimos nuestras luchas, lágrimas y victorias, inspiramos a otros. Nuestra fortaleza se multiplica cuando extendemos la mano a quienes también atraviesan tormentas. Así comprenden que no estamos solos en este viaje.

Así como el llanto del niño que nace es la primera señal de vida , las lágrimas que derramamos nos bendicen, limpian y producen sanidad y vida. Sin ninguna duda, llorar hace bien . Es útil para liberar esencialmente hormonas y toxinas relacionadas con el estrés y genera un efecto calmante.

Hoy te invitamos a que, puedes llorar con libertad, y si sientes que las lágrimas amenazan con desbordarse, déjalas salir y correr, pues esas lágrimas te bendicen. Recuerda que eres más fuerte de lo que crees y tus cicatrices son medallas de honor , tus lágrimas son agua que nutre la resiliencia y tu historia es un faro de esperanza para otros . Dios conoce y cuenta cada una de nuestras lágrimas y hace memoria de ellas. Ten presente también que nuestro destino final es el cielo y allí no habrá más lágrimas, ni tribulación, ni dolor.

 

"Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro". (Salmos 56:8 NTV)

"Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más". (Apocalipsis 21:4 NTV)

 

¡Feliz y bendecida semana!

 

Con cariño,

 

Nataly Paniagua