No lo lograste. El examen no fue superado. La propuesta fue rechazada. “Gracias por sus servicios, ya no la necesitamos”. Solicitud no aprobada. El proyecto no fue seleccionado. La entrevista no fue satisfactoria. La oferta fue declinada. “Inténtelo el próximo año”. El informe no cumplió con las expectativas. “La relación no puede continuar, no eres tú, el problema soy yo”. Estas son algunas de las declaraciones más comunes que he tenido que escuchar y recibir en este viaje de mi vida y que evidencian mis múltiples fracasos.

Al escuchar algunas de estas afirmaciones, lloré, me entristecí, me afligí y, en muchos casos, me sentí perdida. Por un tiempo, permití que algunas de estas palabras me detuvieran de intentarlo nuevamente, les concedí el poder de dirigir mis decisiones y guiar mis caminos.

El fracaso se define como: “malogro, resultado adverso de una empresa o negocio. Fiasco, derrota, decepción. Suceso lastimoso, inapropiado y funesto”, esto, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (RAE). En resumen, el no alcance de nuestros planes, objetivos o metas se constituye en un fracaso.

El fracaso nos enseña humildad. Nos recuerda que somos humanos y que no somos perfectos. Nos ayuda a crecer y a madurar. Nos obliga a reevaluar nuestras metas y prioridades, y nos guía por un camino mejor y más gratificante. El fracaso también nos enseña resiliencia. Nos muestra que podemos levantarnos después de caer, que podemos seguir adelante a pesar de los obstáculos. Nos enseña a perseverar, a tener fe, a creer en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Y a recordar que Dios tiene un plan y no ha terminado con nosotros.

A modo personal considero los fracasos como nuevas oportunidades para mejorar. He aprendido a verlos como una nueva pieza en la zapata de mi vida. Pues, a mayores procesos, mayor profundidad y, a mayor profundidad, mejor base para levantar grandes edificios de éxito en nuestra vida. Es que para levantar altos edificios, es necesario tener profundas zapatas. Estas son las bases del crecimiento. Sin dolor no hay ganador, sin derrotas no hay victorias, y sin fracasos no hay gloria. Cristo tuvo que descender a lo más bajo, sufrir en carne viva la muerte y, desde ahí, ser levantado a la mayor gloria. 

Por mi parte, soy una mujer “experimentada en fracasos”. Tengo una historia propia, única e irrepetible, de la cual soy protagonista. Una historia de innumerables errores y caídas, incontables derrotas y fracasos, con una gran cantidad de historias cerradas. Cada escena es una pieza del rompecabezas de mi vida. Solo yo sé lo difícil que fue, lo mucho que dolió que se creara toda la zapata que hoy es mi fundamento, el cual es sólido, firme y como de roca. Por eso no me detengo, no me devuelvo, sino que avanzo, creyendo siempre en lo que Dios ha dicho de mí y segura de que camino, confiada en el éxito alcanzado y en las muchas más victorias que me esperan.

Esto es pura gracia, por eso muchos no lo pueden entender. Esa carta de cancelación, esas palabras de negación. Esa solicitud rechazada. Ese examen reprobado. Ese engaño recibido. Esa relación amorosa y de amistad terminada. Esos hijos que pidieron herencia y abandonaron la casa. Ese divorcio firmado. Esos discípulos que te dejaron. Son solo espacios y huecos en tu zapata. Y representan los cimientos desde donde se levanta la victoria, el éxito y la grandeza. Es que sencillamente el fracaso es una bendición.

A ti, que hasta hoy maldecías tus fracasos, pérdidas y caídas, te invito a cambiar la perspectiva. Te animo a ver y apreciar la bendición de cada uno de ellos y a entender que todo lo que has vivido hasta aquí tiene un propósito eterno. Está diseñado para llevarte a las alturas. Pues, "Mientras mayores son tus procesos y fracasos, es más palpable la evidencia del diseño de altura que tiene tu llamado, y desde nuestros fracasos más profundos se levantarán nuestros edificios más altos de éxitos y victorias.

Benditos sean mis fracasos, porque ellos son la antesala de mis éxitos, los cuales, en Dios, están tremendamente asegurados. Pues como siempre les recuerdo... el cielo es el límite.

 

“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16 RV1960)

 

¡Feliz y bendecida semana!

Con cariño,

 

Nataly Paniagua