La pequeña oruga se arrastraba, muy cansada. Aquel día había sido más difícil que todos los anteriores. Se sintió golpeada, rechazada y herida por la manera en que había sido tratada. El granjero le había gritado por haber comido sus plantas. Él no podía entender que ella necesitaba alimentarse. Y, por otro lado, el depredador que siempre la acechaba, estuvo a punto de atraparla. Todos la juzgaban por su apariencia física, pero no tenían la capacidad de ver su esencia.

Ese día, la oruga tomó la decisión más importante de toda su vida: subió a lo alto de un árbol y con gran optimismo se vistió de seda, encerrándose en un capullo, del cual sabía no saldría igual. Había llegado el momento de la metamorfosis. Ella era muy consciente de que, el proceso, aunque largo y difícil, traería consigo un amanecer más hermoso y emergería de su lugar secreto mostrando su verdadera esencia. Pronto todos vieron la hermosa mariposa que siempre fue.

De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), la apariencia se define como el "aspecto o parecer exterior de alguien o algo". La apariencia física y exterior de algo es la manera en cómo se ve y se percibe desde la óptica de los demás. Tiene que ver con la forma de vestir, de arreglarse, así como la manera en que interactuamos con los demás.

Por otra parte, la esencia se define como "aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas". Expresa las características fundamentales de las personas, objetos o cosas, su naturaleza interna y los procesos profundos que se desarrollan. La esencia transmite los misterios del corazón.

La verdadera esencia de una persona no se encuentra en su apariencia externa, sino en su carácter, valores, capacidad para amar y ser amado, y en su contribución al mundo. Nuestra auténtica belleza y valor no está en cómo nos vemos físicamente, ni lo caro que podamos vestir, calzar u oler (aunque esto no es malo en sí). Son más bien buenas actitudes, es amarnos y amar al prójimo, es servicio, es empatía, así como trabajar por el bien común. Son los tesoros que tenemos por dentro.

Desde mi opinión y experiencia personal, considero que los seres humanos aparentan por temor al rechazo y por la necesidad imperante de ser aceptados por los demás. Este ejercicio de aparentar viene dado por heridas profundas que no han sanado, por vacíos existenciales y, lo más importante, por la distancia de Dios, nuestro Creador. Ocultamos lo que realmente somos para encajar.

Es por esto que muchos aparentan salud física, pero dentro tienen un corazón roto, herido y triste. Aparentan y expresan palabras de amor y afecto, pero odian internamente. Aparentan gozarse con el éxito de sus iguales, pero internamente se entristecen y les causa amargura y envidia que los demás crezcan y sean bendecidos. Aparentan ser buenos, pero en su interior albergan maldad. Visten ropas externas hermosas, pero por dentro están vestidos con trajes llenos de moho, viejos y sucios. Lo que realmente hay en su interior contradice sus palabras y acciones.

Para aparentar físicamente es necesario invertir dinero, sin embargo, el precio de la esencia es una dedicación para trabajarnos internamente y ser mejores cada día. La apariencia puede entregarnos amores, amigos y relaciones pasajeras, la esencia por su parte nos regala amores y relaciones genuinas y permanentes. La apariencia llena a los ojos, la esencia llena el alma. Que los demás anhelen estar a nuestro lado y no lo hagan por obligación tiene que ver con la esencia, más que con la apariencia.

El proceso de la oruga a mariposa nos enseña una valiosa lección: que es necesario menos apariencia y más esencia y que no importa cómo nos veamos por fuera. Lo que realmente importa es nuestra esencia, nuestra capacidad para crecer, cambiar y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.

Hoy te invito a que proyectemos nuestra esencia y seamos mejores cada día. Valoremos a las personas por quiénes son, no por cómo se ven. Tratemos a todos con amabilidad y respeto, independientemente de su apariencia física o estatus social. No solo invirtamos en lo exterior, más bien procuremos invertir en el interior. Seamos auténticos, no tratemos de ser alguien que no somos para complacer a los demás. Aceptemos nuestras imperfecciones y celebremos nuestras fortalezas. Hagamos el bien. Y seamos agradecidos por lo que tenemos, en lugar de anhelar lo que no tenemos.

Hagamos que sea coherente lo que aparentamos con lo que nos colma por dentro, pues la clave para una vida plena está en "aparentar menos y ser más". Levantemos nuestras alas y volemos, libres de rechazo, amargura y dolor, igual aquella espléndida mariposa. Sabiendo siempre que el cielo es el límite.

 

"Pero el Señor dijo a Samuel: No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón" (1 Samuel 16:7 NTV).

 

¡Feliz y bendecida semana!

 

Con amor,

 

Nataly Paniagua