El majestuoso árbol de roble que durante años se había mantenido en pie, yacía ahora en el suelo. Este árbol, que ante varias generaciones se alzó grandioso, imponente y regio, proporcionó gran sombra a muchos. Fue testigo de innumerables amaneceres y atardeceres, así como de incontables lunas. Resistió tormentas feroces, inclementes huracanes y severas sequías. Presenció cientos de escenas y declaraciones de amor, y en su tronco se grabaron las iniciales de muchos amantes y se fecharon incontables pactos. Este hermoso árbol fue cortado. Aquel triste día, unas manos nefastas e inmisericordes redujeron su robusto tronco y sus espléndidas ramas a un simple ‘tocón’. La escena resultó bastante desconsoladora y parecía que todo había terminado.

Sin embargo, la historia no acabó ahí. A pesar de que el árbol fue cortado, transcurridos unos días, desde el tocón comenzaron a brotar unas ramitas y hojitas verdes. Había nacido un “retoño”. De manera extraordinaria, el árbol se negaba a dejar de existir. Más bien, demostraba una vez más su fuerza, naturaleza y esencia. Ese pequeño retoño era la evidencia de que aún ante la situación más devastadora, es posible continuar, resurgir, volver a comenzar y prosperar.

La historia de este árbol y su capacidad de resurgir, de renacer sin miedo a nada, es una poderosa enseñanza para nosotros a inicios de este nuevo año. Al igual que este árbol, todos en la vida hemos tenido tiempos de esplendor y gloria, pero también hemos enfrentado desafíos y adversidades. Muchas son las áreas en las que hemos sido golpeados y afectados, recibiendo heridas que nos han dejado visibles cicatrices. Procesos de pérdidas humanas, espirituales y materiales, así como fracasos personales y profesionales, enfermedades, engaños, traiciones, entre otros.

Pero, sin importar los innumerables golpes que hayamos recibido, muchos de ellos probablemente crueles como el hacha del leñador sobre aquel árbol, esto no logró destruirnos, sino que nos hizo más fuertes. Caímos, lloramos y sentimos que no habría una escena más de nuestro propósito, sin embargo, aún estamos aquí. Y mientras tengamos claro quiénes somos, nuestra esencia, nuestro depósito y destino, y nuestras raíces permanezcan intactas, aunque estemos debilitados, nos recuperaremos y tendremos la capacidad de renacer desde nuestras propias raíces.

La clave para este renacimiento es recordar nuestra esencia original, nuestras raíces. Estas raíces pueden ser nuestra fe en el Creador, nuestros valores fundamentales, nuestros sueños y pasiones, o las personas y experiencias que nos han formado. Al volver a conectarnos con estas raíces, podemos encontrar la fuerza y la resiliencia para superar los desafíos que enfrentamos. No prestemos atención a las palabras negativas internas y mucho menos a las externas.

Comenzar de nuevo no es fácil, pero es posible. Se nos demandará mayor esfuerzo, decisión, esmero y actitud, pero de seguro esta nueva temporada trae consigo algo mejor. Podemos reinventamos, reverdecer, resurgir y continuar caminando en esta ruta de la vida, conforme al propósito de Dios.

Durante este año 2024, la próxima vez que nos enfrentemos a un desafío, recordemos al árbol centenario y la manera en que resurgió de una situación devastadora. A igual que el árbol, también podemos renacer y prosperar. Los retoños son un recordatorio de nuestra capacidad para superar los desafíos y transformarnos. Son un símbolo de esperanza y renovación, y una prueba de que, no importa lo que enfrentemos, siempre tenemos la capacidad de comenzar de nuevo, ¡porque Dios no ha terminado con nosotros!.

Hoy te invito a resurgir desde la caída, desde el dolor y desde la tristeza, a levantar tu cabeza después de esa separación y de ese fracaso personal y profesional, a caminar erguido después de esa enfermedad, a abrazar la vida y el hermoso propósito que eres. No dudes que, a pesar de haber caído y fallado, puedes levantarte. Hay nuevos retoños que dan evidencia de un renacer, de un nuevo comienzo, de un nuevo tiempo y una nueva historia, con la misma esencia, pero que representan una nueva etapa. Reverdece, retoña y brilla en este nuevo tiempo, teniendo siempre presente que el cielo es el límite.

 

«Cuando se corta un árbol, queda aún la esperanza de que retoñe y de que jamás le falten renuevos. Aunque ya esté vieja la raíz y el tronco se esté pudriendo en el suelo, al sentir la frescura del agua, reverdecerá; echará ramas como una planta tierna». (Job 14:7-9 DHH) 

 

¡Feliz y bendecida semana!

 

Con amor, 

 

Nataly Paniagua