Es el primer día del 2024, un año bisiesto que nos regala 366 nuevos amaneceres. Cada amanecer representa una nueva oportunidad para vivir, amarnos, crecer y servir. Por pura Gracia tenemos el privilegio de encontrarnos nuevamente. Esto representa una evidencia más del favor de Dios con nosotros y es motivo para agradecer. Este primer encuentro del año representa el número 44 de todos los que hemos tenido hasta ahora. Creo sin dudar que algo poderoso y profético se entreteje en este número cuatro. Para el 2024, sé que veremos grandes manifestaciones de Dios a nuestro favor.

 

Sentada en mi balcón, observando el primer amanecer de este año 2024, no puedo evitar sonreír. Sostengo una taza de té caliente en la mano y me deleito con este hermoso, único e irrepetible amanecer. La fría brisa de esta mañana me toca el rostro y me acurruco a mí misma. Me siento amada, estoy agradecida, me siento bendecida y estoy lista para vivir el nuevo año y enfrentar sus desafíos.

Es interesante ver como cada cuatro años el calendario agrega un nuevo día y esto define que el año sea “bisiesto o intercalar”. Esta anomalía del calendario se explica por el hecho de la Tierra no tarda exactamente 365 días en dar la vuelta al Sol, sino 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45.1 segundos. Estas cinco horas y un poquito mas se redondean a seis, se acumulan y cada cuatro años se contabilizan y suman al calendario, formando un nuevo día  que equivale a 24 horas. Esta fórmula que actualiza el calendario se la debemos en la historia a varios pueblos y generaciones, entre ellos a los egipcios, a Julio César, a los romanos y el calendario juliano, al papa Gregorio XIII y su calendario gregoriano para el año 1582, entre otros. Sin embargo, desde mi punto de vista, sin importar el origen ni las razones que dan lugar a que cada cuatro años recibamos el regalo del día 29 de febrero, para mi es motivo de gran gozo, pues contamos con un día más para vivir y cumplir el propósito que Dios tiene para nosotros sobre esta tierra.

Hoy, al tomar nuestras agendas, visualicemos que cada hoja en blanco es un día, con veinticuatro horas de nuevas oportunidades para vivir plenamente. Adorar a Dios, orar, aprender, amar, bailar, cantar, servir, enseñar, formar y ser formados y para crecer. Ser productivos, crear, alimentarnos mejor, hacer más ejercicio, mejorar nuestra autoestima. Sin lamentaciones, sin enojos ni iras. Agradecidos por lo que no fue, por lo que vivimos, por lo que nació, por lo que murió. Por lo que se fue y por lo que llegó. Es un nuevo comienzo, una nueva historia.

Me llena de gozo y gratitud mirar atrás al 2023 y ver cuanto hemos crecimos juntos. Ver cómo aprendimos a cerrar ciclos, renunciamos a la orfandad, vimos el arcoíris al final de la tormenta, reducimos la velocidad y corrimos el triatlón de la vida. Nos cargamos de misericordias, reparamos piezas rotas con la técnica “Kintsugi”, renunciamos al autosabotaje, mejoramos nuestro aroma, cedimos el paso, danzamos bajo la lluvia, saltamos con fe al vacío, aprendimos a escuchar en medio del silencio y a disfrutar el viaje.

Durante el año pasado, entendimos que cargamos mochilas con gran propósito. Aprendimos que cuando es necesario, hay que cambiar de ruta. Comprendimos que, mientras la ingratitud no tiene memoria, la lealtad es una virtud que adorna. Incluso nos adaptamos a la moda y cambiamos los tacones por zapatos bajos. Convertimos heridas en cicatrices, aprendimos a vencer el desánimo, a vivir a la manera de Dios, a hablar y tratar desde el amor, así como a guardar nuestros corazones. Nos enfocamos, a pesar de tener problemas visuales y aprendimos a dar de lo que tenemos.

Amamos y disfrutamos ser portadoras de vida. Aprendimos a respirar y a relajarnos y comprendimos que los verdaderos cambios inician desde adentro hacia afuera. Descubrimos que somos lienzos en las manos de Dios, que la aptitud es determinante, y que muchas veces, se hace necesario mudarnos. Aprendimos entre ostras y perlas y a dejar ir. Entendimos que procrastinar es un suero que destruye y que estamos llamados con gran propósito.

Es indescriptible lo que disfruté cada semana con su compañía, notas y comentarios entre sueños y escritos. Y lo más importante: les presenté mi flamante caballero, el de la Cruz, mi amado Jesús.

Al iniciar este 2024, les invito a que continuemos en este viaje de crecimiento y superación integral. Y mientras el sol continúa ascendiendo al cielo, el cual representa el límite, levanto mi taza de té hacia el horizonte. Estoy lista para vivir este nuevo año, llena de esperanza y determinación. Y tú, ¿estás listo para estos 366 amaneceres?

 «Porque yo conozco los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza».(Jeremías 29:11 NVI)

 

¡Feliz, bendecido y saludable 2024!

 

Con amor,

 

 

Nataly Paniagua