Hace unos días acompañaba a Josué -mi hermoso hijo de cuatro años- a realizar tareas escolares. Era un ejercicio de grafomotricidad que consiste en trazar líneas y curvas siguiendo los puntos hacia una dirección específica. Desde arriba hacia abajo y viceversa, hasta completar toda la ruta. Él inició el trabajo muy animado. Sin embargo, al transcurrir unos minutos trabajando en el ejercicio, algunos trazos se le salían de la ruta y de pronto declaró: “Yo no puedo, yo no sé”. E inmediatamente soltó el lápiz que tenía en la mano. Literalmente se detuvo y ya no podía continuar los trazos. Se bloqueó y al intentar regresar a la tarea, se confundió.

Asumiendo mis funciones de profesora lo motivé a seguir adelante como mi imaginación y mi cariño me indicaron y terminé bailando para él, moviendo el cuerpo de manera jocosa como las rutas mostradas en el libro, lo que le provocó sonoras carcajadas. Finalmente, mi hijo empezó a imitarme y se ponía de pie para bailar reproduciendo con su cuerpo la forma de las curvas, para luego sentarse y continuar con el trazado, hasta que, entre risas, porras de ánimo, bailes, y trazos , logramos concluir. la tarea. ¡Que hermosa satisfacción para ambos el haberlo logrado!

Un rato después reflexionaba en la manera en cómo de forma habitual y aún desde niños, las personas tendemos a autosabotearnos , generalmente sin darnos cuenta. La Real Academia Española (RAE) define el sabotaje como daño o destrucción que se hace intencionadamente en un servicio, una instalación o un proceso. Con esta consideración,  podría decir entonces que el “autosabotaje” es la tendencia que tenemos a sabotear e interferir en el alcance de nuestras propias metas, proyectos y objetivos. Es algo así como que nos convertimos en nuestros propios boicoteadores y enemigos. 

Este es un aprendizaje inconsciente y emocional, que a veces inicia desde la niñez o en algún momento de nuestra vida. Es fruto de factores tales como miedo a los cambios, a cometer errores ya fracasar, así como inseguridades y baja estimación. Esta reacción de autosabotearnos se da mayormente en momentos cruciales, en los cuales debemos tomar decisiones, cambiar de ruta o movernos de lugar. Lo enfrentamos cuando estamos iniciando o concluyendo algo. Al elegir una carrera, ir a una cita, tomar la decisión de casarnos, tener hijos, comprar una casa, presentar una propuesta o proyecto, entre otros.

Cuando aflora el deseo de soltar (tal cual hizo mi hijo con el lápiz), de no movernos, de abandonar, dejar a medias o postergar. Cuando las excusas y justificaciones toman el control. Cuando planeamos y agendamos, pero no cumplimos. Cuando nos desmotivamos y no tenemos claro nuestras metas y objetivos, son claras evidencias de que nos estamos saboteando y estas acciones son muy eficientes en cuanto a obstaculizar y detener el cumplimiento de metas a se refiere. El autosabotaje da a luz al estancamiento, al poco avance, a la frustración, la tristeza, el desánimo y hasta puede llevar a la depresión.

A modo personal, y como parte de escribir sobre este tema fui guiado por el Señor a evaluar las metas y proyectos personales, familiares, profesionales y ministeriales que por Su gracia he alcanzado en lo que va de este año. Pero también medité en proyectos que inició hace ya más de dos o tres años, los cuales aún están engavetados, innumerables ideas plasmadas sin ejecutar, bordados en punto de cruz iniciados sin concluir, libros, textos e historias escritas a medias, así como maravillosas ideas. de negocios.

Me confronté con toda una lista de pendientes, que de haberlos concluido estarían bendiciéndome a mí, a mi familia, a la iglesia y muy seguramente a muchas personas más, tal cual te bendice a ti en este día leer este blog . Soy consciente de que nadie más que yo es responsable del estado en que se encuentran cada uno de estos proyectos y que no debo culpar a nadie más, sino más bien tomar acción sobre esto.

Hoy me autoinvito y te invitamos a que renunciemos a sabotearnos , a dejar de ser nuestros propios boicoteadores, sabiendo que tenemos el potencial para hacer todo lo que programamos, terminar todo lo que empezamos y tener éxito integral en cada área de nuestras vidas.

Tomemos la decisión de accionar: ponernos de pie de ese cómodo asiento, movernos, retomar la escritura de ese libro, hacer esa llamada telefónica, enviar ese currículum para aplicar a ese trabajo, presentar esa propuesta, escribirle a esa persona e invitarla a un café. , retomar esa dieta y el ejercicio, terminar la carrera, empezar ese negocio. Tomemos valor, renunciemos al miedo y al temor,  y a pesar de equivocarnos y errar, volvamos a intentarlo. Trabajemos la automotivación, cuidemos nuestra autoestima, sintámonos capaces,  y perseveremos, siendo constantes y pacientes hasta la meta. Conscientes de que Dios no se equivocó con nosotros,  sino que depositó todo lo que necesitamos para lograrlo y teniendo siempre presente que el cielo es el límite.

 «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». (Filipense 4:13 NVI)

 ¡Muy bendecida y productiva semana!

 

Nataly Paniagua