- ¡No salgan a mojarse mis hijos! – recuerdo escuchar a mi madre gritar con voz preocupada. Otra vez, a pesar de sus múltiples indicaciones para que no saliéramos a bañarnos en la lluvia, aquí estábamos de nuevo mis hermanos y yo, disfrutando de la lluvia en aquella calurosa tarde de septiembre del año dos mil.  Habíamos sido tentados nuevamente a disfrutar de la refrescante agua lluvia tras escucharla caer sobre el techo de zinc de la pequeña casa en la que vivíamos. Y mi madre nos encontró in fraganti.

Cierro los ojos y puedo sentir el agua caer sobre mi cabeza. Como si levantara nuevamente el rostro y sintiera el frescor producido por cada gota de agua que, como un regalo en medio del sofocante calor, caían sobre mi rostro ese día de verano. Recuerdo mi sonrisa de satisfacción y esa sensación de plenitud, en mí y en todos mis hermanos. Ya han pasado un poco más de dos décadas de este momento, pero aún guardo en mi memoria el recuerdo de lo emocionante, fresco y divertido que era hacer esto. Y como danzábamos de manera libre en medio de la lluvia. Y esto me hace pensar en lo importante que es disfrutar los tiempos y temporadas de la vida, pues, aunque pudiera tomarme otro baño bajo la lluvia (sinceramente no recuerdo la última vez que lo hice), no sería nunca más junto a mis cuatro hermanos, considerando que ya dos de ellos han partido de este espacio terrenal. 

Es increíble cuanto nos perdemos a veces al crecer y en muchas ocasiones olvidamos hasta vivir. Por esto admiro la forma sencilla con la que los niños disfrutan cada momento, a plenitud, regularmente sin pensar en las consecuencias. Quizá un poco de esto deberíamos rememorar el día de hoy, considerando que este viaje de la vida se torna bastante corto.

La lluvia es considerada como un fenómeno natural que forma parte del ciclo del agua. A medida que el vapor de agua se eleva, el aire fresco de la atmósfera hace que se condense en agua líquida, creando nubes. Cuando una nube se llena de agua líquida, cae del cielo principalmente en forma de lluvia. Esta agua que desciende hacia la tierra es un regalo del cielo y necesaria para la naturaleza y los seres humanos. Dios nos regala lluvias de bendiciones cada día. A lo largo de nuestro caminar por esta tierra, recibimos de su gracia, favor, misericordias, perdón y amor, cual lluvia sin reservas en cada etapa de nuestra vida.

En ocasiones hemos sentido que el calor sofocante nos inunda, y somos refrescados de nuevo por su agua dulce y agradable. Sin embargo, no necesariamente estamos disfrutando de esta lluvia, pues muchas veces la queja, la ingratitud y los traumas del pasado no permiten ver lo hermoso de esta lluvia, ni disfrutarla y mucho menos da la oportunidad de danzar bajo ella.

En Su Palabra, el Señor nos regala una promesa que está relacionada con la lluvia: Cuando le conocemos y le seguimos, Él envía sobre nosotros Su lluvia temprana y también Su lluvia tardía, y podemos bailar en cada una de ellas.

«Y conoceremos, y proseguiremos en conocer al Señor; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra». (Oseas 6:3 RVR1960)

Danzar bajo la lluvia para mi es sinónimo de reconocer el milagro de Dios cada día, pues solo despertar un nuevo día ya es un regalo. Es aceptar su voluntad, sabiendo que, sin importar el calor de verano que podamos sentir Él traerá su lluvia fresca sobre nosotros, a veces como una llovizna, y en otras tantas como un aguacero torrencial, conforme a nuestra necesidad. Es disfrutar este viaje de la vida. Es soltar lo rígido y las formas y sin modos bailar, reír, y disfrutar cada día, creyendo que somos seres especiales en las manos de un Dios más especial.

Hoy te invito a una danza conmigo bajo la lluvia. Salgamos a mojarnos, despojémonos de las formas, permitamos que las gotas nos mojen, su frescura nos inunde y se lleve el calor, la tristeza, y la amargura, y que toda sequedad y aridez en nuestros corazones cedan ante ella. Cree que esa lluvia trae bendición y arrastra consigo todo lo que te carga, te renueva y te hace entender que “todo está bien”. Te invito a reír a carcajadas, dar saltos con júbilo, a sentir los pies golpear el agua, a dar vueltas y gritar fuerte. Saca ese un baile especial que tienes en el corazón y no te preocupes, pues nadie juzgará tu ritmo al bailar. Más tarde llegará el momento de secarte y cubrirte con una toalla o manta, pero por ahora simplemente “disfruta la lluvia”. Te prometo que serás sano y libre en medio de este baile. Y mientras danzamos, preparémonos, porque nuestro límite es el cielo.

¡Muy feliz y bendecida semana!

 

Nataly Paniagua