«Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos». (Hebreos 11:1 DHH)

Hablar de fe es para mí un deleite. He creído con certeza y sin dudar por más de veinte años en un Dios muy especial, el Dios de Israel, Jehová, mi Padre, Dios, y Señor de todos los señores. Él es dador de vida y hacedor de milagros. He creído en su existencia, en su llamado, en que es el Creador de todo lo que existe y que yo soy una obra especial de sus manos. Creo fervientemente que vivir por fe es un privilegio. Poder concebir la esperanza en lo que anhelamos, teniendo la certeza de que algo diferente a lo que naturalmente vemos pasará, esto sencillamente es un regalo. Y al creer he visto a mi Dios obrar.

Cuando pienso en tener fe, para mi es sinónimo a decir “un salto al vacío”, porque creer para mi implica arrojarse desde una altura a un tipo de abismo o precipicio, creyendo que seremos sostenidos, librados y guardados. Es obedecer, sin cuestionar. Acudir al ser llamado, así como tomar la decisión de movernos, a pesar de que todo apunte a que nos quedemos quietos.

Probablemente hoy algunos despertaron para asistir a una cita médica donde recibirán un diagnóstico indefinido u otros amanecieron ingresados en el hospital por alguna enfermedad o miran por el cristal de una Unidad de Cuidados Intensivos a un familiar. Y, con el corazón encogido cuentan los días y horas que han estado ahí. Algunos retornan esta mañana a una funeraria a continuar el velatorio de un ser querido al que finalmente darán el último adiós en esta tierra. Otros no tienen esta mañana un techo, porque una inundación arrasó con todos sus bienes. Quizá otros tantos no tienen un empleo para sustentar a su familia y no saben que comerán en todo el día. Muchos otros han sido abandonados por quienes amaban o por su propia familia. Cuantos tienen hoy las manos vacías, cuando ayer no podían cargar con todo lo que poseían.

Cuestionar a Dios en esos tiempos de prueba se torna bastante fácil; no entender por qué padecemos dolor, enfermedad, pérdidas, engaños y angustia es natural. Sin embargo, mantener una fe firme, inalterable y sobre todo, inquebrantable es de personas sobrenaturales. Hemos asumido postura de hijos de Dios, y reconocemos que a pesar de lo que podamos vivir, nuestro Dios y Padre continúa siendo fiel y está con nosotros. Este es el grupo que ha decidido mantener una actitud positiva ante los panoramas negativos, que creen que el sol saldrá a pesar de la tormenta. Que siguen caminando en la búsqueda de la luz al final del camino.

Hoy creo que te levantas, que toda lágrima es enjugada. Que recibes el abrazo de Padre, y el consuelo del Espíritu Santo en este momento de pérdida. Que la sanidad se sobrepone sobre la enfermedad. Que se levanta de esa cama ese ser querido. Que la provisión del cielo llega a tu casa. Que recibes esa llamada para iniciar un nuevo trabajo o proyecto. Que te es multiplicado todo lo que perdiste. Que tu corazón vuelve a amar y que tiempos de mayor gozo vienen sobre ti. Hoy creo sin dudar, y te invito a creer que todo está bien, a lanzarte al vacío, creyendo que Él te sostendrá y que no es un salto para muerte, sino más bien para vida. De seguro al saltar en esta dirección de fe, seremos aprobados y veremos cumplidas las promesas de Dios en nuestras vidas. Y mientras saltas y crees, recuerda que el cielo es el límite.

¡Muy feliz y bendecida semana!

 

Nataly Paniagua