« Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo » (Albert Einstein)

Por un tiempo caminé una ruta para llegar a un lugar al que asistía regularmente todas las semanas. Recuerdo que siempre que caminaba por ahí un perro callejero salía a mi encuentro. Yo “muy valiente” procedía a reprender al perro, haciendo señas y ademanes con mis manos y en ocasiones debía recostarme de una pared cercana, hasta que él se cansaba y al parecer entendía que ya me había asustado suficiente y se iba. Después que ocurría este encuentro regular y nada placentero, continuaba mi ruta con pasos rápidos, con el corazón acelerado, sudada y asustada. Siempre pensé que ese perro tenía un plan para estar siempre a la misma hora en mi ruta, y pensé que era él quien debería ocupar otro espacio, pues yo debería pasar por ahí. Sin embargo, la semana siguiente se repetía la misma escena. Ya casi que me acostumbraba a esta repetición, y hasta llegué a creer que en la agenda del perro ya estaba programado encontrarme. Gracias a Dios no me mordió nunca, pero a pesar de esto yo seguía haciendo la misma ruta. Hasta que un día me dije: “¡Ya basta Nataly, cambia de ruta!”. Así lo hice y les cuento que nunca más volví a encontrarme con aquel amigo, ni llegar a mi destino asustada ni sudada.

En ocasiones, hemos considerado que los problemas y situaciones que suceden en nuestra vida son responsabilidad de los demás. Resulta fácil culpar al tránsito de nuestra llegada tarde a los lugares de trabajo y compromisos agendados. Nos hacemos expertos en justificar los resultados ineficientes cuando consideramos que no contamos con las herramientas e instrumentos adecuados para llevar a cabo alguna actividad. Atribuimos nuestro estado de ánimo y frustración al mal carácter o actitud de nuestras parejas, jefes, familiares o amigos. Adjudicamos no alcanzar el éxito a factores ambientales, sociales o políticos. Al hacerlo resulta más fácil y nos sentimos de alguna manera descargados del peso que representa la responsabilidad. Todas esas acciones son fruto de esa naturaleza adánica que nos persigue… -“la mujer que tú me diste”- le dice Adán a Dios en el paraíso cuando es cuestionado por la acción que cometió. Y Eva tampoco se queda atrás cuando responde, -“la serpiente me engañó” - (Génesis 3:12-13).  El “otro” tiene la culpa.

Como parte de nuestro crecimiento, se hace necesario que asumamos la responsabilidad del resultado. Habrá situaciones externas que no podremos determinar o cambiar, sin embargo, siempre podemos hacer algo diferente, en la búsqueda que ver resultados diferentes .

Es importante que seamos confrontados a lo interno de cada uno, y podamos entender que generalmente: llegamos tarde porque nos levantamos y preparamos tarde o porque no organizamos de manera oportuna la ropa, el desayuno, o cualquier otra cosa que necesitemos. Que muchas veces nuestros resultados son ineficientes porque no estamos dando la milla extra, ni haciendo el mayor esfuerzo y no hacemos uso de la creatividad que Dios nos regaló para resolver algunos problemas. Que nuestro estado de ánimo cambia porque hemos permitido y entregado el poder para eso a aquella persona o personas que provocan ese cambio. Y que no hemos logrado el éxito en las áreas que deberíamos, como resultado de que no haber hecho lo que debemos hacer en el tiempo y espacio necesario.

Quizá podemos estar extraviados del propósito al que fuimos llamados, considerando hasta ahora estar en el camino correcto, tal cual andaba el apóstol Pablo antes de conocer a Jesucristo. Sin embargo, con la ayuda de Dios podremos redireccionar nuestros pasos.

« En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? —¿Quién es usted, señor? — preguntó. —Yo soy Jesús, a quien tú persigues —respondió la voz—. Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer ». (Hechos 9:3-6 NVI)

Si hasta ahora los resultados que estamos teniendo no son los que realmente queremos recibir, es imperante que cambiemos la forma de hacerlo, siempre habrá otras rutas, opciones, alternativas estrategias, dinámicas y procedimientos que aplicar . Identifiquémoslo y manos a la obra.

Te invito hoy a tomar la decisión de cambiar de ruta, dejando la manera poco productiva y de bajos resultados que has usado hasta aquí. ¡No esperes a que el universo y los demás alrededor cambien, más bien cambia tú! Cánsate de la repetición de esa situación y por ende del resultado, sacúdete, limpia tus manos y pies, mueve el cuerpo y apunta tus pasos hacia la próxima dirección, considerando que hacer algo diferente, de seguro traerá algo diferente a tu vida también. Y recuerda que el cielo es el límite.

¡Muy feliz y bendecida semana!

 

Nataly Paniagua