¡Bendecida, agradecida y muy feliz, son algunas de las palabras con las que puedo describir como me siento luego de nuestro último blog! Gracias por sus comentarios, aportes, testimonios y palabras de aliento. Es un regalo caminar juntos en esta aventura de crecimiento.

Gracias, thank you, grazie, merci, danke, arigato, son algunas de las maneras que en varios idiomas se puede decir una de las más hermosas palabras que existen para mí. La gratitud es la expresión u acción que nace del corazón como una respuesta por haber recibido algún beneficio, regalo, detalle, cuidado, favor o sanidad. Es reconocimiento a lo recibido.

Si vamos a las escrituras, nos encontramos con un pasaje maravilloso en el libro de Lucas 17:11-19, donde se nos relata una escena muy interesante:

 «Mientras Jesús seguía camino a Jerusalén, llegó a la frontera entre Galilea y Samaria. Al entrar en una aldea, diez hombres con lepra se quedaron a la distancia, gritando: —¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros! Jesús los miró y dijo: —Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y, mientras ellos iban, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, cuando vio que estaba sano, volvió a Jesús, y exclamó: «¡Alaben a Dios!». Y cayó al suelo, a los pies de Jesús, y le agradeció por lo que había hecho. Ese hombre era samaritano. Jesús preguntó: «¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?». Y Jesús le dijo al hombre: «Levántate y sigue tu camino. Tu fe te ha sanado». (NTV)

Esta es una historia para reflexionar. Aquí observamos a diez hombres que tenían una condición de enfermedad conocida como lepra (infección crónica causada por una bacteria que se caracteriza por lesiones y heridas en la piel, las mucosas y el sistema nervioso periférico). Recordemos que, en esa época, quienes padecían de lepra estaban obligados a vivir separados de las personas sanas para evitar la trasmisión de la enfermedad. Además, por su enfermedad, eran rechazados.

Ese día, estos diez hombres leprosos se encuentran con Jesús, reconocen quien es Él como maestro y gritan al verle clamando la sanidad de sus cuerpos físicos. Jesús, cuya especialidad es atender con amor a quien le llama, respondió su clamor. Cubrió su necesidad y los envió a los sacerdotes para que como autoridad certificaran que estaban sanos. Todos ellos obedecen la instrucción, y quedaron sanos de camino a los sacerdotes. Pero uno de los diez, representando solo el diez por ciento, al ver el milagro de la sanidad se dio la vuelta hacia el Maestro para agradecer lo que acaba de recibir antes de ir donde los sacerdotes.

La gratitud es una cualidad hermosa, que refleja la capacidad de memoria que tienen algunos al recibir alguna bendición y saber volver al lugar donde la recibieron. Por su lado los ingratos tienen muy mala memoria y suelen ser mezquinos. Se les olvida el sucio, el hedor, la picazón, el rechazo, la amargura, el hambre, la tristeza, la soledad, la depresión o la necesidad que en algún momento tuvieron y olvidan el instrumento (persona) que Dios usó para sacarlos de ahí. Solo los agradecidos pueden reconocer de donde fueron sacados y dar gracias por ello.

Todos hemos recibido algo de alguien más. En algún momento hemos necesitado ayuda, pues la mayoría de nosotros no podríamos decir que muchos de nuestros resultados, ya sean metas, proyectos o la formación que tenemos, las hemos alcanzado solos. De seguro a alguien le debes o compartes ese triunfo. Aun los momentos difíciles, las palabras duras y la corrección fue necesaria para crecer, y eso aun no pareciera también debemos agradecerlo. La gratitud es una deuda.

Muchos han tenido necesidades por las cuales suelen hasta rogar a la familia o amigos – y hasta desconocidos – para que esas necesidades puedan ser suplidas. En esos momentos se rinde la altivez, el orgullo, y los egos, y más bien prima la necesidad latente de cubrir esa situación. Las necesidades nos mueven a acercarnos a alguien en la búsqueda de una solución. Es fácil hacer esto, sin embargo, lo que resulta más difícil es luego de haber sido favorecidos tener la capacidad de devolvernos y agradecer. Pero cuando lo hacemos hay gran bendición y es una actitud emocionalmente saludable. Considero que el leproso que se regresó a agradecer es tristemente la minoría que hoy por hoy regresa para decir gracias.

Hoy te invito a tomar un minuto, cerrar tus ojos y pensar... ¿A quién debo agradecer? Cuando recuerdes, procede a tomar la decisión de llamar, escribir un mensaje, o conversar con alguien que sabes le debes gratitud. Te sentirás libre y bendecido. No te detengas porque los demás no lo hagan, decide no ser parte del grupo de los nueve que siguen de largo, sino ser el uno que retorna y agradece. Es tu decisión, haz que valga la pena y recibe los beneficios de la gratitud. Jesús le dijo: levántate, sigue tu camino, tu fe te ha salvado.

Finalmente te agradezco a ti por estar aquí, por leerme y hacer de este proyecto una realidad. Y contigo hago extensiva las gracias, haciendo uso de la memoria a todos los que en algún momento fueron instrumentos para bendecir mi vida. De todas las formas posibles y mientras esperamos llegar a nuestro límite que es el cielo digo… ¡gracias!

¡Muy feliz y bendecida semana!

 

Nataly Paniagua