Bienvenido agosto. Un nuevo mes que trae 31 días, 744 horas y 44,640 minutos de oportunidades y hojas en blanco en la agenda para crear, producir, enseñar y amar. ¡Me bendice que nos encontremos de nuevo!

 Desde que recuerdo, me incliné al uso de zapatos con tacón alto. Entre los dieciocho y veinticinco años fui una usuaria constante de todo tipo de zapatos con tacones; diversos colores y modelos de ellos llenaban mi closet. Al usarlos sentía que se resaltaba mi figura, mis piernas aparentaban ser más largas y mis pies, más pequeños. Al usarlos y tener que modificar la forma de caminar, me consideraba más elegante, me sentía alta, grande, poderosa y atractiva. Usé tacones altos, aunque estuviera cansada, en algunos casos hasta los usé apretados, pues el número de calzado me quedaba chico, solo porque me gustaba el modelo. Por lo tanto, en más de una ocasión maltrató mis pies, causando callosidades en la piel de mis dedos y en mis tobillos. Pero a pesar de ello, los usaba porque sencillamente me sentía “bella”.

Según lo que he leído, la historia del calzado se remonta a más de 15,000 años atrás. Los historiadores registran que los hititas – una antigua civilización localizada en el Oriente Medio –fueron los primeros en diseñar el calzado con tacón, creado especialmente para el uso masculino al montar a caballo. Actualmente este tipo de calzado está tan unido al uso femenino, que resulta difícil creer que hubo un tiempo en el que era exclusivamente para hombres. El tacón transformó las costumbres de vestir e influyó en la forma de andar porque cambiaba la disposición del cuerpo y lo realzaba.

Y cierto es porque cuando los usé, era justamente como yo creía que me sentía: más alta. Esto porque me consideraba pequeña y mi interés era sobresalir, y al usarlos encontré la manera perfecta de verme y sentirme más elevada. Tanto que, por ejemplo, mi esposo al conocerme hace ya una década, pensó que yo era más alta de lo que realmente soy. Me conoció cuando usaba unos maravillosos tacones altos de casi dos pulgadas. Hoy por hoy él aún lo reclama, pues considera que fue un engaño visual de mi estatura, pensando que era una mujer alta. Mi estatura real es de 5.4”, lo cual es considerado una estatura media en el adulto contemporáneo.

Hoy les hablo del tema de zapatos con tacones altos, porque mientras meditaba en esto el Señor trajo a mi mente que ya hoy no soy tan asidua al uso de tacones altos o tan altos. Voy a mi closet y observo que donde se encuentran mis zapatos hay variedad ya sea con tacón o sin él. Reflexiono acerca de las diferentes razones por las cuales ahora prefiero zapatos con tacones bajos y es porque ya no me siento tan cómoda usándolos, pues el trajín de la agenda diaria- bajar y subir pisos, cargar y atender a los niños, rapidez para caminar para llegar a algún lugar -me han llevado a reducir de manera importante el uso de tacones.

Hay estaciones en la vida donde se hace necesario cambiar de tacones a zapatos bajos buscando la comodidad. Con zapatos bajos los pies se mantienen en una posición lineal y más estable, eliminándose la curva del talón regular que producen los tacones y otorgando una mejor movilidad y libertad al caminar. No estoy indicando con esta afirmación que no deban usarse calzados con tacón, ya que son útiles en ciertas ocasiones. Lo más importante para mí es que aprendí a sentirme cómoda con calzados bajos. Internamente entendí que el uso de tacones era un reflejo de mi incansable búsqueda por ser aceptada, sobresalir y sentirme alta entre muchos, de visualmente verme elevada, y esto, era propiciado por los complejos y la baja estima que experimenté por mucho tiempo.

Por gracia de mi Padre Celestial fui sana y ahora sé que no necesito estar más alta que los demás para sentirme aceptada. Solo cuando uno se reconoce tal y cual es, inicia el proceso de relacionarnos con el otro en autenticidad. Y sana de cualquier complejo -ya sea que use tacones altos o bajos- soy hermosa, brillo y resalto. Hoy te invito a ¡pausar, relajarte y darte un respiro! Siéntate y prueba a soltar los tacones, la altura, la altivez y ese sentido de grandeza y acomódate en un calzado bajo, de humildad, sencillez y veras que cómodo puede ser. Mueve tus pies, gira sobre ellos y camina de un lado a otro. De seguro tu día será más descansado. Y prepárate, porque el cielo es el límite.

“Por la gracia que se me ha dado, digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado” (Romanos 12:3 NVI)

 ¡Muy feliz y bendecido día!

 

Nataly Paniagua