“El traidor les había dado esta contraseña: «Al que le dé un beso, ese es; arréstenlo». En seguida Judas se acercó a Jesús y lo saludó.” (Mateo 26:48-49 NVI)

Que triste escena la que se observa en este momento bíblico. De veras que es confrontador y nada agradable analizar la manera desfachatada e interesada con la que el discípulo Judas Iscariote entregó a su Maestro Jesús. Luego de haber caminado con él por tres años y medio, siendo enseñado, formado, alimentado y cuidado por él, le vendió y dirigió a sus enemigos. La venta fue acordada en un precio de treinta monedas de plata. Partiendo del valor de la plata, se estima que el monto por el que Judas entregó a Jesús estaría oscilando entre 60 y 300 dólares actualmente. ¡Que poco valor tiene la lealtad de algunos!. La lealtad es un valor que se desarrolla en la conciencia y que implica cumplir con un compromiso aún frente a circunstancias cambiantes o adversas. La palabra “lealtad” proviene del latín legalis, cuyo significado es mantener respeto a la ley. Ser leal es sinónimo de fidelidad, de honor, gratitud y respeto. Esta es una virtud, que considero adorna, engalana y embellece al que la porta.

Entre las cualidades que observo en una persona leal podría mencionar: está ahí en las buenas y en las malas, cuando hay abundancia, y también en la escasez. Es fiel y agradecido, actúa con honor, es firme y constante en sus ideas, practica la transparencia, sin ocultar nada. Es comprometido con sus acciones y las defiende. Es coherente en lo que dice y hace. Es una persona que tiene una identidad en la cual uno puede confiar y creer. Incumplir las promesas, hacer lo contrario a lo que indicamos, murmurar de alguien que se supone es amigo, comentar con otros acerca de debilidades de los demás, son actitudes que evidencian la deslealtad y que manifiesta acciones de traición. La traición genera tristeza y decepción en quien es traicionado. Y en el traidor, puede llegar a carcomer su mente y corazón y llevarlo a la perdición (Ver Mateo 27:5). La traición es experta en romper vínculos de manera drástica.

Muchos son los que eligen el camino de Judas, el de ir por sus intereses y lo que consideran su bienestar personal a pesar del costo que esto pueda representar para otros. No tienen miramientos para entregar o vender a un amigo, a un hermano, a una pareja, a un compañero de trabajo. El beso de Judas fue la marca de su traición. Un acto que, en esencia es una manifestación de amor, intimidad, afecto, agrado y confianza, se convirtió en la señal para que los guardias apresaran a Jesús. Con una acción que solo los “cercanos” podían realizar, entregó a Jesús a los guardias del Templo de Jerusalén para que fuera juzgado, torturado y condenado a la cruz.

La invitación el día de hoy es a que amemos real e intencionalmente, y que este sentimiento se manifieste en la lealtad. Si alguien ha abierto su corazón, ha creído y depositado su confianza en nosotros, valoremos eso. Si consideramos que esa persona tiene oportunidades de mejora, como amigo y allegado podemos colaborar a que se den cambios en ellos. Un consejo oportuno, una corrección sincera, un llamado de alerta pueden ser catalizadores de transformación en otros.

Seamos sinceros con nosotros mismos y analicemos por qué en algún momento pudimos haber cometido acciones desleales a amigos, familia, parejas, compañeros, líderes, entre otros. Identifiquemos la necesidad en nuestros corazones que nos lleva a romper el código de la lealtad. Las respuestas están ahí, dentro de cada uno de nosotros y tengamos claro que cuando “vendemos a alguien”, le estamos diciendo claramente al comprador que ese no es su precio, sino más bien es el precio nuestro. El precio de la deslealtad es bien alto.

Finalmente, y sin lugar a equivocarme puedo decirte que, aunque sientas que otros te motivan e instan a ser desleal, guardes tus convicciones, pues de seguro al final no estarás al lado de esos promotores de la deslealtad. Nadie quiere realmente tener el servicio y la compañía de alguien que practicó la deslealtad con otros.

 Vivamos con valores y enseñemos con el ejemplo. ¡El cielo es el límite!

 

¡Muy feliz y bendecido día!

 

Nataly Paniagua