¡Que alegría encontrarnos nuevamente! Bendigo a Dios porque nos regala un nuevo mes, cargado de esperanza, expectativas y de nuevas oportunidades.

 Inicio nuestro primer encuentro de este mes comentando acerca de un sentimiento al cual debemos de ponerle cierto nivel de atención. La Real Academia de la Lengua define el desánimo como desaliento y falta de ánimo. Estar animado es tener una actitud enérgica, positiva, entusiasta, dispuesta y alegre. Esto permite la ejecución de tareas, cumplimiento de agendas, así como el alcance de objetivos.

 Todos los seres humanos, desde nuestra naturaleza emocional, en algún momento somos atacados y afectados por este sentimiento. Experimentamos desánimo, cuando la falta de energía y entusiasmo para continuar se ven anulados. Esto provoca pesadumbre, aún por la vida misma. El desánimo es un atacante poderoso que provoca en nosotros cansancio, pérdida del entusiasmo, del rumbo y del enfoque. Trae pensamientos negativos, y ocasiona detenimiento. Viene acompañado regularmente con el disgusto, la murmuración, la crítica y las quejas. Nos debilita e insta a hacer cosas incorrectas. Nos hace sentir cargados. El desánimo nos detiene, nos hace perder oportunidades, abandonar y soltar proyectos, perder relaciones y negocios, nos impide lograr nuestros objetivos y llegar al éxito. El desánimo trae pérdida general a nuestra vida.

 Es normal sentirse desanimado, sin embargo, ceder y darle cabida a este sentimiento, pero especialmente permitirle que nos dirija es un grave error. Pues convivir con este “enemigo silente” más de lo que corresponde, trae consecuencias que afectan de manera directa nuestro desempeño. Cuando estamos animados construimos, somos creativos y productivos. Sin embargo, con el desánimo, nuestro desarrollo es afectado en todas las áreas de nuestra vida: familia, pareja, relaciones, laboral y ministerial. Es que cuando perdemos el entusiasmo se ve afectado todo nuestro diario vivir.

 Si vamos a la Biblia, encontramos en el primer libro de Reyes -capítulo diecinueve, de los versos uno al nueve- una escena interesante. Podemos observar cómo puede el desánimo visitar y atacar a alguien, aún luego de este haber obtenido una gran victoria. Elías-un profeta de Dios- había destruido a los profetas de Baal públicamente, con su fe había honrado a Dios y levantado Su nombre. Sin embargo, la amenaza de muerte que le enviara Jezabel la reina de ese entonces, infunde en él gran temor y activa un sentimiento de desánimo, por lo que Elías se detiene, se queja de la vida, desea la muerte y luego busca donde esconderse.

 En medio de su desánimo, Dios se le aparece y le ordena levantarse y a animarse.

“Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta.” (1 Reyes 19:7 RV1960)

 En este hermoso día que Dios nos regala resuena en nuestros oídos esta misma invitación, y es a que despertemos, nos levantemos, sacudamos y cobremos ánimo, pues largo camino nos resta. Dios no ha terminado con nosotros, aún hay mucho por hacer y de algo podemos estar seguros, es que Él está con nosotros todos los días. Así que, aprovechemos el tiempo, esforcémonos, seamos productivos y cerremos toda puerta a ese funesto enemigo llamado desánimo.

 ¡Arriba ese ánimo, el cielo es el límite!

 ¡Muy feliz y bendecido día!

 

Nataly Paniagua