Hola mis amados lectores. Qué bueno que nos encontramos aquí nuevamente. Tener la dicha de amanecer otro día, ver una nueva semana, y casi finalizar un mes es evidencia de la gracia y misericordias de nuestro Dios. Qué bendición es tener este regalo. La semana pasada enseñaba a algunos hijos en la fe sobre el amor. Compartimos los textos de la primera Carta a los Corintios, capítulo 13, versículos del 1 al 13, y vimos la manera magistral y única en que el apóstol Pablo muestra en estos trece versículos, en un total de 244 palabras la preeminencia del amor, así como lo elevado que es el ser humano al tener la capacidad de poder amarse y amar a otros. Sentirlo, vivirlo y manifestarlo es lo más valioso de esta vida.

En estos tiempos que vivimos observamos una generación que -desde mi punto de vista- vive una profunda crisis de falta de amor hacia el otro, fundamentada en un “Yo enfermizo”. La preocupación constante solamente por sí mismo y satisfacer sus necesidades, pero poco o nada de interés por los demás y sus necesidades. Esa actitud la observamos en la búsqueda constante del lujo, abusos de la moda, así como excesos en lo que puedan gastar, incluyendo la ansiedad por obtener la última generación en tecnología. Tristemente, todo guiado por la profunda necesidad de tener, creyendo que, al tener más, se puede ser más. Por supuesto que esa búsqueda no llena el vacío existencial en los corazones. Una de las consecuencias de esta actitud es también la falta de empatía -no lástima- por el otro.

Anhelar nuestro bienestar, salud y crecimiento personal antes que el de los demás es lo correcto; sin embargo, cuando caminamos este camino de manera egoísta, podemos caer en el narcicismo y el concepto que tenemos de los demás como si fueran “cosas” que podemos utilizar y que cuando ya no funcionan o sirven para nuestro bienestar o satisfacción personal fácilmente podemos “descartar” o “desechar”. Amar es de Dios. Y cuando vivimos y actuamos “desde el amor” todo es diferente, no así cuando obramos desde el interés o la necesidad personal. Si vivimos desde el amor actuaremos a la manera del amor. Sin importar el idioma que hablemos o la nacionalidad que tengamos, el lenguaje del amor se habla desde la verdad, la paciencia y la bondad, sin odio, sin envidia, sin jactancia, sin vanidad, sin rencor, ira o resentimientos, sin venganza, sin miedos, desde el sufrimiento por otros, con perdón, compasión, tolerancia, misericordias y con esperanza constante y permanente. Vivir, sentir y manifestar amor no nos asegura recibir lo mismo por parte de algunos, pero si nos asegura que seremos felices, sanos y plenos, pues amar es el diseño de Dios para los seres humanos.

La invitación el día de hoy es a que vivamos “desde el amor”, donde las palabras son más dulces, los abrazos más calurosos, las miradas más tiernas, las correcciones menos duras, las risas más agradables, las enseñanzas y consejos son mejores recibidos, el trabajo es mejor realizado, las personas son mejores dirigidas. Evaluemos si estamos manifestando este estilo de vida. Si nos identificamos con algunas manifestaciones contrarias, es hora de voltear y volver al diseño original, pues estamos diseñados para amar a Dios, amarnos y amar a otros. Y esta es la mayor capacidad con la que contamos.

“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue…” (1 Corintios 13:4-8 NVI)

“Amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más importante que todos los holocaustos y sacrificios” (Marcos 12:33 NVI)

¡Hagamos todo desde el amor, y preparémonos, porque el cielo es el límite!

 

¡Muy feliz y bendecido día!

 

Nataly Paniagua