Poner una cosa en un lugar para que no se pierda o para que se conserve en buen estado, o en el lugar en que le corresponda, es para mí una de las definiciones más acertadas en lo que se refiere a “guardar”. La acción de guardar está ligada al valor que consideramos tiene alguna cosa. Significa cuidar, vigilar, estar alerta, preservar una cosa o una persona de cualquier daño, conservar o evitar que algo le prevenga.

Solemos guardar por tres razones: por el valor sentimental, por el valor en el mercado y por la intención de uso en el futuro. Muchos guardamos cosas que van desde un regalo o detalle recibido, así como un recuerdo. Atesoramos en ocasiones cosas materiales, así como también sentimientos y emociones, convirtiéndolas en algo valioso para nosotros. En algunos casos se torna enfermizo el tema de guardar, y esto se ve reflejado en montones de cosas que se conservan sin necesidad o que en muchas ocasiones no tienen valor alguno, pero que ocupan algún espacio.

Meditaba la semana pasada en el texto de Proverbios 4:23, que cita “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”, y recibía esta invitación especial del sabio Salomón a conservar, proteger y cuidar mi corazón, reconociendo que es única y exclusivamente mía la decisión de hacerlo. Pero especialmente no permitiendo que otros tengan el poder de dañarlo, afectarlo con palabras, acciones, declaraciones y malos tratos.

Guardar el corazón es una actividad constante que cuesta, pues por naturaleza estamos creados para abrirnos a los demás. Y en esa dinámica de abrirnos, en ocasiones entregamos el acceso o llave a personas que no cuidan adecuadamente lo que estamos entregando. Algunas veces, no reconocemos el valor de lo que estamos entregando. Es clave identificar a quien abrimos nuestros corazones, pues hacerlo a la persona incorrectamente nos afectará la salud espiritual, emocional y física.

El corazón como órgano físico es el motor de cada ser humano, y se enferma y afecta por diferentes razones: duros tratos, palabras hirientes, engaños, traiciones, entre otros. Es como la estocada de un cuchillo que se profundiza con cada acción que recibimos. Es por eso que debemos filtrar de manera natural a quien permitimos entrar a nuestro corazón. Así como enfermedades y trastornos pueden afectar al corazón físico, hay muchas dolencias del corazón espiritual que pueden afectar el crecimiento y el desarrollo como persona. Las enfermedades del corazón en lo natural son muy de cuidado y en lo espiritual también. Un corazón enfermo refleja tristeza y amargura, mientras que el corazón alegre hermosea el rostro. El corazón nos guía a las decisiones, si está sano bien haremos, pero si está enfermo se complicarán las cosas para nosotros.

Para guardar el corazón es necesario evitar el chisme, los conflictos, las peleas, las quejas, las murmuraciones y el descontento, así como el pecado en todas sus manifestaciones. Es necesario cultivar un espiritu de gratitud y confianza. Debemos trabajar de manera intencional en cuidar nuestros pensamientos, deseos y emociones, así como en evitar recibir lo que nos hace daño y que va en contra del plan de Dios. Decidir no almacenar pensamientos negativos, mentiras y sueños rotos determina el rumbo de nuestra vida.

Fuimos diseñados para amar, pero es necesario que aprendamos a filtrar a quien le abrimos el corazón para amarlo y para que nos ame, teniendo constantemente un celo profundo por cuidar de nuestro corazón, no permitiendo que cualquiera pueda entrar en él, tenerlo o dañarlo.

Hoy te invito a guardar tu corazón, ponerlo fuera de la vista de todo el que lo puede afectar, restringiendo el acceso y quitando el poder a todo lo que le permitiste en algún momento afectarlo. Delimita lo que entra y lo que sale, reconociendo lo valioso que es su salud para poder cumplir tu propósito y avanzar en esta tierra, pues con un corazón abatido, herido, afectado, no puedes fluir con libertad y no llegarás muy lejos.

 ¡Guarda tu corazón! ¡Y prepárate, porque el cielo es el límite!

 ¡Dios te bendiga y feliz día!

 

Nataly Paniagua