Soy la hija mayor de mis padres, los cuales procrearon cinco hijos. A la edad de trece años me enteré a través de mi padre que fui producto de un embarazo no planificado. A esa edad, esta confesión terminó de minar mi escasa autoestima. Desde muy pequeña venía lidiando con el rechazo de muchas personas a mi alrededor a causa de mi color de piel morena, mis grandes ojos y boca prominente, además de mi cabello rizado y mi delgadez. Y ahora eso. Enterarme de sopetón que mi llegada a esta tierra no fue planeada, sino más bien el resultado de un error, una píldora olvidada o un método que no funcionó tomó forma en mi cerebro de una manera negativa. Y así como se extiende una infección alrededor de una herida, esta declaración fue fijándose en mi interior, afectando de manera profunda, además de mi autoestima, mi identidad. Cada día en mi cabeza escuchaba una voz que repetía: “Eres un error”.  En mi mente, todo lo negativo que ocurría a mi alrededor, de una u otra manera lo asociaba a esa realidad de que estaba en este mundo, por error.

 Aproximadamente por tres años batallé con este sentimiento. En más de una ocasión, la tristeza, la amargura y la depresión tocaron a mi puerta. Y aunque nadie conocía lo que estaba viviendo y era muy buena para ocultar mis sentimientos, en mi interior iba sufriendo y muriendo día a día, entendiéndome que no tenía ningún propósito. Hasta que, por pura Gracia, leyendo la palabra de Dios, me llamó la atención este pasaje en el libro del profeta Jeremías en el capítulo 1:5. Encontré la mayor verdad, que como lluvia fresca me cubrió y corrió por todo mi interior, derribando todo argumento de falsedad que por años el enemigo había depositado en mi corazón. Ahí leí: 

 «Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones». (Jeremías 1:5 DHH)

 Es indescriptible lo que sintió mi corazón y ahí entendí que yo no era un error, sino más bien un lienzo especial diseñado por el Creador y en el cual Él decidió plasmar toda su arte. Quizá mis padres no lo supieran, ni lo entendieran, pero sencillamente fueron los personajes elegidos por mi Dios para traer la hermosa creación que soy, sin su unión y cada una de sus características tanto internas como externas no existiría esta preciosa obra que soy. Mi Creador, cual excepcional artista me dio identidad cuando el mundo me la quiso quitar, me hizo entender el propósito hermoso para el que nací, que no existe un ápice de falla o error en mí, que soy única, especial e irrepetible, marcada con un destino grandioso y que vine a este espacio terrenal a cumplir con una hermosa obra, para vivir en y para Él.

 Si en algún momento has sentido que no tienes propósito, que estás aquí por llenar un espacio, sin en más de una ocasión has escuchado alguna voz negar el valor que tienes, necesariamente debes tener un encuentro con el más grande artista, pues eres un lienzo en sus manos. Hoy declara conmigo: Me aprecio tal cual soy, estoy siendo trabajado en SUS manos, soy único e irrepetible. Definitivamente nací para grandes cosas y ser evidencia de la grandeza de mi Hacedor. Sencillamente soy un lienzo en las manos de Dios, en el cual Él hace arte día a día.

 ¡Muy feliz y bendecido día! ¡Prepárate para volar, el cielo es el límite!

 

Nataly Paniagua