¡Hola de nuevo mis amados!
¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¡Él no está aquí! ¡Ha resucitado! (Lucas 24:5-6 NTV). Mi precioso Jesús no está muerto, la tumba está vacía y su resurrección es la más hermosa garantía de vida, salvación, crecimiento y transformación.
En este maravilloso día estoy más que agradecida porque nuevamente nos encontramos a través de estas líneas. Si creemos que Cristo ha resucitado, reflexionemos en esta ocasión sobre un aspecto que evita nuestro crecimiento personal y especialmente nuestra relación con Dios. Recordemos que hemos sido creados con gran propósito, y para su cumplimiento debemos ser procesados, siendo llevados por ciclos y etapas. Así como los ciclos hermosos vividos por la mariposa desde que nace como oruga hasta volar libremente como mariposa.
En ese sentido quiero referirme al tema de soltar o dejar ir. Soltar, verbo transitivo que se define como: «Hacer que algo o alguien deje de estar asido, atado o retenido». Subraye aquí “atado” y “retenido”, cuál de las dos palabras más crudas para nosotros, considerando que a libertad nos llamó Cristo y por la cual murió y resucitó. La acción de dejar ir es una decisión pura, aunque no tan simple, lo cual no siempre es fácil. Significa desprendernos, desligarnos, desatarnos y abandonar, lo cual resulta confrontador, doloroso, triste y genera temor, ya que como base en nuestro diseño natural para estar en comunidad nos aferramos y nos apegamos. Pero de manera malsana es tristemente un reflejo que tiene que ver con el control, así como con el temor. Si, temer a perder algo o alguien. Temor a ser rechazados, temor a no sentirnos amados, temor a no ser aceptados, reconocidos o valorados.
En las casi cuatro décadas que llevo caminando en este espacio terrenal, aprendo cada día que existen personas, escenarios, posiciones, proyectos y situaciones cuyo tiempo en nuestra vida está determinado y debidamente escrito, por esto muchos inician con nosotros el trayecto, pero no serán los mismos que estarán a nuestro lado al llegar la meta, mientras otros tantos se unen a nosotros en medio del camino y unos pocos más solo serán parte de la historia final. ¿Entonces, surge la pregunta, como puedo saber cuándo es uno de estos momentos? En mi experiencia, cuando algo llegó a su fin, a pesar de sentir dolor o tristeza, siento paz, y esto aun cuando la decisión tomada no sea comprendida o aplaudida por muchos, y esa paz es fruto del desapego.
Los que me conocen de cerca saben que soy una mujer a la que le fascina compartir, reír, ser amiga, amar y darme, y por años me apegué a más de una persona y quise estar más tiempo del que correspondía a su lado, sin embargo, esta obstinación me costó lágrimas, sudor, decepción y dolor. En una ocasión y meditando, Dios habló a mi corazón lo siguiente: “Ya deja de invitarlos a la fiesta, pues por más que los invites cuando lleguen a la fiesta no estarán en la lista, ¡pues la lista la hago YO!”. Que golpe recibí con esta declaración, pero me mostró la realidad de como todo tiene una temporada. Y me guía a reconocer que de seguro el invierno no es eterno y aunque nos gusten muchos los abrigos para sentirnos seguros. Necesariamente habrá que soltarlos para apreciar la cálida llegada de la primavera.
Yo como tu he tenido que dejar ir, pues eso implica crecer y es sano, y nos acerca más al cumplimiento del propósito que Dios tiene en nuestras vidas. Pero hoy muchos siguen aferrados a la pérdida de un ser querido, abrazando por años el dolor y la tristeza por los que ya físicamente se fueron, pero aun quieren retener. Y así, dejan de disfrutar a los que aún estamos aquí y recrean constantemente a los que ya partieron. No quiero decir que olvidamos los que se van, muy por el contrario, yo he acompañado a mis padres al entierro del cuerpo físico de dos hermanos de sangre a quienes aún recuerdo y amo. Pero no me aflijo por ellos, más bien agradezco al Señor por los años que me permitió tenerlos conmigo y todo lo que pude darles y recibir de ellos, segura de que un día nos veremos de nuevo en un hermoso lugar.
Es necesario decidirnos por soltar, dejar de apegarnos, pues esa silla, esa posición, ese estatus, ese dolor, ese sentimiento, esa sensación, el dinero, la fama, los títulos, los rangos, y los aplausos son pasajeros y solo forman parte de esta ruta hermosa que es vivir. Por eso en ocasiones deberemos perder para recibir nuevamente en este ciclo. Así que amemos, demos, ¡pero sobre todo VIVAMOS! Pues esta es la más hermosa vida que nos tocará vivir, si así lo decidimos.
«No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús». (Filipenses 3:13-14 NTV)
Si queremos celebrar la resurrección de Jesucristo en nuestras vidas, hoy te invito a soltar y dejar ir ese equipaje que cargas y que no te permite viajar ligero. Recuerda que es necesario soltar para sanar, crecer y alcanzar tu destino. Su resurrección nos libera y anima. Cuídate mucho y nos leemos en nuestro próximo encuentro.
¡Prepárate para volar, el cielo es el límite!
Nataly Paniagua