«Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿Qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo». (Juan 8:3-11 RVR 1960)

«Cuando yo te conocí Dios algo en mí, en mi pasó, cuando yo te conocí Dios no entendí lo que, lo que pasó, pero pasó, cuando yo te conocí», tarareando esta melodía de la canción del cantante cristiano Alex Zurdo he pasado la semana, identificándome plenamente con ella porque es la misma sensación  que sentí yo cuando Le conocí, en aquel invierno frio y triste en el que me encontró. Mi corazón se inflama de gratitud cada vez que pienso en mi encuentro con El, el más especial que haya vivido o experimentado. A pesar de que en mis años transcurridos por la tierra he tenido innumerables encuentros: familiares, con amigos, amorosos, de negocios, acompañar a alguien en momentos de pérdidas, en fiestas, eventos, servicios en iglesias, entre los más relevantes que recuerdo. Pero sin duda alguna, sin importar cual haya sido la persona con la que me encontré o en el lugar donde se dio lugar el encuentro nada se compara con el Dios que me llamó y que conozco. En el texto bíblico que les comparto el día de hoy, vemos una de las escenas más impactantes para mi mostradas en la Biblia: una mujer es descubierta en un acto pecaminoso e inmediatamente es señalada por todos. No hay misericordia hacia ella y la llevan ante Jesús -utilizando de excusa el acto que la mujer cometió- para probar si Jesús cumpliría lo que establecía la Ley judía en casos como el delito que esta mujer había cometido.  Su condena era la muerte a pedradas, por lo tanto, los asistentes a este evento, grandes y chicos, se armaron con piedras para cumplir la ley y ejecutar a esta mujer. Sin embargo, quienes la llevaron con ánimo de ser acusada por Jesús según la Ley, no se imaginaron que la habían dirigido al mejor lugar y donde tendría el encuentro más especial de toda su vida.

Si, la llevaron a un encuentro con el Rey, el más hermoso de todos, donde encontró un Jesús lleno de amor, de misericordia, de perdón y cuya gracia solo sabe producir vida. En medio de aquella plaza, con muchos señalándola; donde todos esperaban el aviso para apedrearla, ella se encuentra en el suelo maltratada, golpeada, avergonzada y humillada. Y es en ese momento donde se manifiesta una de las escenas más poderosas que observo en la Biblia. Un desenlace tan hermoso como inesperado. Ante la insistencia de los escribas y fariseos en conocer la opinión de Jesús ante esta situación, y luego de tomarse un tiempo escribiendo en la arena, Él les responde con una afirmación que deja a todos atónitos de reflexión: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” Juan 8:7 (RVR 1960).

Todos se quedaron estupefactos. No había uno libre de pecado que tuviera la capacidad de lanzar la más pequeña piedrecita sobre ella. Al escuchar esta inesperada afirmación, cada uno de los presentes en esta escena empiezan a dejar caer el arma -las piedras, del tamaño que fuera - y se retiran condenados por su propia conciencia, mientras la mujer en el suelo -sin levantar la cabeza- es llamada por el Maestro, siendo redimida, perdonada y cual encuentro especial su vida cambia para siempre. Pareció como si hubiera pasado un siglo cuando Jesús se dirige a la mujer y le pregunta: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?, pues yo (aunque puedo hacerlo) tampoco lo haré, ¡Vete y no peques más!” (esta respuesta fue parafraseada por mí. Pero el texto original se encuentra en Juan 8:10-11) ¡Que bella despedida la de Jesús en el encuentro con esta mujer! Esta declaración  marca el inicio de la nueva ruta que a partir de ese momento esta mujer caminaría, pues no hay manera de que alguien se encuentre con Jesús y siga siendo la misma persona.

No sé a cuantos encuentros importantes has asistido en tu transitar de vida, pero te puedo asegurar que si aún no te has encontrado con Jesucristo te falta vivir el mejor de todos, sea que alguien te empuje a Él o que llegues por decisión propia. O sea, por alguna situación difícil, sea necesidad o enfermedad, sin importar el camino que te haga llegar a Él, estas llegando al mejor lugar. Al acudir a mi encuentro con Jesús, yo me encontraba abatida, deprimida, herida, rechazada, abandonada, triste, desconsolada, en estrés y muy abrumada. Y ahí llegó a mi vida el Maestro, y nada fue igual. Porque el encuentro con Él te cambia todo. Llega su amor a inundar todas las escenas y espacios de nuestra vida, y con Su paz nos cubre, ya nadie puede señalarnos, nadie puede acusarnos y nadie puede nunca más avergonzarnos.

 ¡Hoy está abierta la invitación para que puedas ir al encuentro más especial, de seguro tu vida no será igual!!

 ¡Bendiciones!

 

 Nataly Paniagua