“Es una bendición abrir las puertas a este mes de diciembre, un reflejo tangible del amor inmenso que Dios tiene por nosotros. A tan solo 29 días de cerrar este ciclo, podemos elevar nuestra mirada y decir con gratitud: 'Ebenezer', porque hasta aquí nos ha guiado su mano fiel, acompañándonos en cada paso del camino. Este es el tiempo perfecto para reflexionar, agradecer recordar el mejor regalo de Navidad”
Recuerdo con claridad aquellos momentos, sentados en el suelo de nuestra casa, al lado de nuestro pequeño pero creativo árbol de Navidad. Mis hermanos menores, mi madre y yo, parecíamos una escena sacada de una película navideña de antaño, envueltos en una atmósfera de calidez y esperanza.
Ese día recibimos una gran caja de regalos enviada por mi padre, que se encontraba lejos, buscando cumplir sus sueños en la “Isla del Encanto”. A través de las conversaciones de los adultos, supe que se había embarcado en esa aventura con la esperanza de mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, yo, con apenas siete años, no entendía que tenía de encantador el pasar una Navidad sin él.
Mientras observaba la gran caja, mi corazón latía con fuerza. Creía, en mi inocencia, que de ella saldría mi papá, el primer hombre al que amaba y el que tanto extrañaba. Imaginaba que, con su gran sonrisa, me tomaría en sus brazos y giraría por el aire, mientras reíamos juntos, llenos de alegría. Finalmente, la caja se abrió y mi madre comenzó a sacar varios objetos de ella. Eran regalos para todos, que mi padre había seleccionado cuidadosamente y los había marcado con nuestros nombres. Había tomado el tiempo de elegirlos, pensando en lo que más deseábamos. Recibí una hermosa muñeca de trapo, con una espectacular melena roja que caía hasta su espalda, un regalo que había pedido a mi papá varias veces, de veras había anhelado esa muñeca mucho tiempo.
Mi rostro se iluminó al recibirla, pero al mismo tiempo, en mi corazón se instaló una sensación de vacío, como el frío que llenaba la pequeña sala de nuestra casa aquella noche de invierno. Cuando ya la caja estaba vacía me asomé a ella y, empinada como pude, miré dentro esperando aún desde mi inocencia encontrar lo que anhelaba mi corazón, pero él no estaba ahí. Mi papá aún no había regresado.
Ese día, aunque muy joven, comprendí que el verdadero motivo de la Navidad es más que regalar detalles materiales. Es más que una muñeca de trapo con largo pelo rojo. Ese año aprendí que la Navidad es amor, presencia, cercanía, estar juntos, abrazos y besos, así como sonrisas y la alegría de estar en los brazos de aquellos a quienes amamos.
La palabra Navidad, significa nacimiento, y es una de las celebraciones mas significativas del mundo. Para quienes creemos en Jesús, esta época es el recordatorio del advenimiento de nuestro Salvador, quien nos ofrece su paz, su humildad y su amor incondicional. Un mensaje que grita que no solo es Rey por la opulencia ni las riquezas materiales, sino más bien es Rey por el amor, la humildad y la entrega con la que dejó el cielo para venir y morir por toda la humanidad. El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Ese es el más hermoso regalo de Navidad.“
Han pasado mas de tres décadas desde ese día, y la Navidad sigue siendo una de las épocas mas hermosas para mí. Mi papá regresó a casa unos meses después, y unos años más tarde en una época de Navidad, recibí al Señor Jesús en mi corazón, y nunca más me sentí sola. Aprendí también a regalar y recibir regalos. Pero lo que más disfruto en esta época del año es poder estar presente y compartir con los seres que amo.
Hoy te invito a celebrar la Navidad con un corazón lleno de amor. Que podamos dar agua al que tiene sed, comida al que tiene hambre y entregar esperanza envuelta en luces de colores y villancicos. Compartamos con aquellos que no tienen nada y sirvamos nuestras mesas con generosidad y amor.
Abracemos con fuerza a nuestros padres, parejas, hijos, hermanos y amigo, y que al encender las luces del árbol, también encendamos la luz del amor en nuestros corazones, para que esa luz ilumine el mundo con paz, sonrisas y felicidad.
Que esta Navidad podamos "estar ahí", no solo físicamente, sino con el alma, disponibles para quienes nos aman. Hoy, más que nunca, tenemos la oportunidad de ofrecer el regalo más hermoso de todos, tomando como referencia el mejor regalo que la humanidad ha recibido: la llegada de Jesús, y conscientes de cuando ya no haya más navidades estaremos con él por la eternidad celebrando en un mejor lugar, nuestro destino final: El Cielo.
«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Isaías 9:6 RVR1960)
¡Feliz y bendecida semana!
Con cariño,
Nataly Paniagua