Frente a mí, la página en blanco, silenciosa, me observaba expectante. No era la primera vez que me enfrentaba a ese vacío, esa sensación de incertidumbre que surge cuando el alma no sabe por dónde empezar. Este desafío lo conocen bien los escritores, los artistas, y todos aquellos que intentan plasmar sus pensamientos, sueños y temores en un proyecto. La promesa de lo que podría surgir de mis palabras está llena de esperanza, pero también de duda. ¿Qué escribir hoy? ¿Qué puedo ofrecer en este espacio vacío?
Me siento frente a la pantalla, mis manos sobre el teclado, pero las palabras no llegan. Y entonces, como si el mismo silencio me hablara, el bloqueo creativo se instala una vez más, como un visitante conocido por todos los que decidimos caminar por este sendero de las palabras, buscando comunicar lo que sentimos y vaciar todo lo que llevamos dentro. Porque el día a día, las exigencias de la rutina, las responsabilidades que arrastran mis pies, se entrelazan con la aventura de vivir, esa que cada uno de nosotros enfrenta a su manera.
Decidí entonces respirar profundamente. Cerré los ojos por un instante y, como tantas veces antes, elevé una oración en silencio, pidiendo paz y dirección. Hay algo en este acto tan sencillo, en cerrar los ojos y soltar el miedo, que siempre me devuelve la calma. Y entonces, cuando dejé de luchar contra la página, cuando dejé ir la ansiedad por encontrar la idea perfecta, las palabras empezaron a fluir, suaves y continuas, como un manantial que finalmente encuentra su cauce en la grieta de una roca. Las ideas comenzaron a brotar, como si hubieran estado esperando a que simplemente dejara de buscar con tanta intensidad.
Es hermoso compartir con ustedes, cada semana, estos escritos de crecimiento, como semillas que caen al viento, esperando encontrar un terreno fértil en el alma del otro para germinar.
Y una vez más aprendí algo importante: los momentos de bloqueo son, en realidad, oportunidades disfrazadas. Porque cuando dejamos de forzar las cosas y nos entregamos a la incertidumbre, el flujo de la creatividad –o de la vida misma– se abre de formas que nunca imaginamos. ¿No es así con muchas cosas en la vida? A menudo, el mayor obstáculo no es la falta de ideas o de capacidad, sino el miedo a no ser lo suficientemente buenos, a no encontrar el camino perfecto. La clave, como descubrí una vez más, es no rendirse, seguir adelante, aunque no sepamos a dónde nos llevará el siguiente paso.
Y hoy, al escribir estas palabras, me doy cuenta de algo esencial: cada semana, cuando comparto estas reflexiones, no solo estoy ofreciendo un texto. Estoy ofreciendo un viaje. Un viaje que hemos recorrido juntos, uno que me ha enseñado que el verdadero crecimiento personal no se trata de evitar los momentos de incertidumbre o frustración, sino de aprender a caminar a través de ellos, con paciencia y con fe. Porque, al final, son en esos momentos de desafío donde se encuentran las lecciones más profundas.
Hoy, frente a esta página que antes estaba vacía, me siento agradecida, porque me doy cuenta de que no solo se trata de lo que escribo, sino de cómo enfrentamos cada vacío en nuestras vidas. A veces, lo único que necesitamos es parar un momento, respirar profundamente y soltar la ansiedad de querer controlarlo todo. La vida, como las palabras, fluye cuando dejamos de luchar contra ella. Y aunque la página esté en blanco al principio, sé que siempre habrá algo por escribir, algo por compartir.
Hoy, te invito a que no veas los bloqueos o los momentos de duda como obstáculos, sino como oportunidades para profundizar, crecer y aprender. Cuando te enfrentes a tu propia “página en blanco”, ya sea en el trabajo, en tus relaciones o en tus sueños personales, recuerda que no debes tener todas las respuestas de inmediato. Da un paso, respira, y permite que las ideas y soluciones lleguen de manera natural, sin presionar.
Al igual que un escritor, tú también eres creador de tu vida. Permítete fluir, y permite que cada vacío sea una oportunidad para que lo nuevo comience a nacer. Lo único que se requiere es dar un paso, soltar el miedo, y confiar en que las palabras (y la vida) comenzarán a fluir de nuevo, mientras esperamos nuestro destino final: el Cielo.
“No se inquieten por nada, sino que, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios, y la paz de Dios, que supera todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6-7 RV1960)
¡Feliz y bendecida semana!
Con cariño,
Nataly Paniagua