Caminaban con calzado que no envejece, respirando el aire puro de la libertad, mientras sus hijos corrían y crecían, ajenos a la esclavitud. Los golpes y el subyugo habían quedado atrás, y desde el cielo llovía alimento, un maná de esperanza renovada. Durante el día, su Padre los bendecía con una columna de nubes que los guiaba, y en la noche, una imponente llama era su techo protector. El frío nunca los tocó, y el calor se desvanecía ante su paso. Sin embargo, a pesar de la abundancia, la queja brotaba de sus labios, y se atrevían a murmurar: “¿Por qué nos sacaste de allí? Estábamos mejor siendo esclavos.” Así, perdieron la hermosa oportunidad de abrazar la gratitud que podría haber transformado su destino.

La vida está llena de momentos desafiantes que pueden hacernos caer en la trampa de la queja. A menudo, nos enfocamos en lo que nos falta, en lo que no hemos logrado o en las dificultades que enfrentamos. Al igual que el pueblo de Israel mientras caminaba en el desierto, por lo que no pudieron apreciar lo maravilloso de la libertad, ni reconocer el gran Dios que era su Padre. Este enfoque en lo negativo no solo perpetúa la insatisfacción, sino que también bloquea la creatividad y la acción necesaria para encontrar nuevas oportunidades. 

¿Alguna vez te has detenido a pensar en cómo las quejas afectan nuestra mentalidad y bienestar? Aunque puede parecer un desahogo momentáneo, la queja nos mantiene atrapados en una espiral negativa, convirtiéndose en un hábito que alimenta el descontento. Este patrón no solo afecta nuestra perspectiva, sino también nuestras relaciones y nuestra salud mental. Sin embargo, al cambiar nuestra perspectiva hacia la gratitud, podemos abrir la puerta al crecimiento personal y emocional. La queja puede llevarnos al estancamiento, mientras que la gratitud nos impulsa hacia adelante. 

Practicar la gratitud nos ayuda a reconocer lo que tenemos y a apreciar las pequeñas cosas: desde un café caliente en la mañana hasta la sonrisa de un ser querido, cada momento tiene el potencial de ser una fuente de alegría. 

Es importante reflexionar sobre el hecho de que, mientras algunos se quejan de tener que levantarse temprano para ir a trabajar, muchos otros anhelan un empleo que les brinde estabilidad. Mientras algunos lamentan el tráfico, hay quienes no pueden disfrutar de un paseo porque están confinados a una cama de hospital. Mientras otros se quejan del clima, muchos luchan por sobrevivir en un entorno hostil. Mientras algunos protestan por el alto costo de la vida, hay quienes se esfuerzan cada día por obtener lo básico: alimentos y vivienda. Hoy, tal vez, algunos se quejan de un ligero dolor de cabeza, mientras otros enfrentan diagnósticos terminales. Este tipo de reflexión nos permite apreciar lo que tenemos en lugar de lamentar lo que nos falta, recordándonos la importancia de la gratitud por lo que consideramos esencial, pero que otros anhelan o necesitan desesperadamente.

Al dejar atrás la queja y adoptar la gratitud, comenzamos a notar un cambio en nuestra energía y en nuestras relaciones. Cada vez que elegimos agradecer en lugar de quejarnos, cultivamos una mentalidad positiva que beneficia no solo a nosotros, sino también a quienes nos rodean. La gratitud es contagiosa; al compartir nuestra apreciación, inspiramos a otros a hacer lo mismo. 

Cuando sientas la tentación de quejarte, intenta sustituir esa queja por un pensamiento positivo. Pregúntate: "¿Qué puedo aprender de esta situación?". También es importante rodearse de personas que fomenten la gratitud en sus vidas. El camino hacia una vida más plena comienza con la decisión de soltar la queja y abrazar la gratitud. En lugar de enfocarnos en lo que no tenemos, aprendamos a valorar lo que sí. 

Hoy te invito a tomarte un momento para identificar al menos tres cosas por las que te sientas agradecido y a dar gracias por ellas. Este cambio de mentalidad requiere práctica y dedicación, pero sus beneficios son profundos. Comienza hoy mismo a sustituir la queja por gratitud y observa cómo transforma tu vida y la de quienes te rodean. Llenos de gozo y abrazados por la gratitud, aguardamos juntos nuestro destino final: el Cielo.

 

«Y yo os he traído cuarenta años en el desierto; vuestros vestidos no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestro calzado se ha envejecido sobre vuestro pie.» (Deuteronomio 29:5 RVR1960)

 

«Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.» (Salmos 103:2 RVR1960)

 

¡Feliz y bendecida semana!

 

Con cariño,

 

Nataly Paniagua