Nuestras llamadas vespertinas se habían convertido en un hábito esencial en mi vida diaria. Escuchar su voz me elevaba el ánimo y me daba energía para afrontar el día. Sin embargo, un día la llamada no llegó. En su lugar, experimenté un silencio sepulcral sin explicación. Los días siguientes transcurrieron de la misma manera. Mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas, me invadió una profunda sensación de abandono. 

Al principio, temía que su partida se llevara consigo mi felicidad, y, en efecto, su ausencia creó un vacío inmenso. No obstante, en medio de ese dolor y sensación de abandono, descubrí una lección invaluable: el apego puede ser una fuente de sufrimiento cuando nuestra felicidad depende de algo o alguien externo. Aprendí que mi bienestar no debe estar condicionado por la presencia de otros, sino que debe surgir de mi propia fortaleza interior.

El término “desapego”, está conformado por el prefijo “des” y la palabra “apego”, lo que implica un distanciamiento de algo o alguien que previamente se valoraba o se tenía afecto. Según el Diccionario Enciclopédico de Psicología (Espasa Calpe), el desapego es la “actitud de no aferrarse a personas, objetos, situaciones o resultados específicos, permitiendo una mayor libertad emocional y mental. Implica una separación consciente del apego que puede causar sufrimiento o dependencia excesiva”.

En un mundo donde las conexiones y los logros suelen ser el centro de nuestras vidas, el concepto de desapego puede parecer contraintuitivo. Sin embargo, el poder del desapego no radica en alejarnos de lo que amamos, sino en aprender a mantener una relación saludable con ello, sin depender de forma extrema. La verdadera libertad emocional y personal surge cuando entendemos que no necesitamos aferrarnos a personas, situaciones, posiciones sociales o logros financieros para sentirnos completos y felices.

La dependencia extrema de algo o alguien nos lleva a basar nuestra felicidad y autoestima en factores externos, como el reconocimiento social, la riqueza material o la aceptación de otros. Este tipo de dependencia puede resultar en una montaña rusa emocional, donde nuestra estabilidad y sentido de bienestar oscilan en función de los altibajos de nuestras circunstancias externas. Por ejemplo, podríamos sentirnos eufóricos cuando alcanzamos un nuevo logro personal, profesional o financiero, pero igualmente desolados si esa situación cambia. La clave del desapego es encontrar un equilibrio donde nuestras emociones no estén en manos de lo que sucede fuera de nosotros.

El desapego en las relaciones no significa separación emocional, sino mantener una independencia saludable. Amar a las personas sin depender de ellas para nuestra felicidad es una forma de fortalecer nuestras conexiones y promover relaciones más genuinas. Cuando no estamos apegados, podemos amar con libertad, disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos y ofrecer nuestro apoyo sin sentir que nuestra propia valía está en juego. En una relación, esto significa poder decir “no” cuando sea necesario, expresar nuestros pensamientos, necesidades y deseos, y mantener nuestro sentido de identidad personal, sin perderlo en la amalgama de nuestras interacciones con otros.

En el ámbito profesional y financiero, el desapego puede ser igualmente liberador. A menudo nos enfrentamos a la presión de definir nuestra valía en función de nuestros cargos, títulos, ingresos o reconocimientos. Sin embargo, cuando nos apegamos excesivamente a estos logros, corremos el riesgo de perder de vista nuestra verdadera esencia y propósito. El desapego nos ayuda a disfrutar del proceso y del crecimiento personal en lugar de obsesionarnos con el resultado final. Nos permite fijarnos metas, trabajar duro para alcanzarlas y, al mismo tiempo, aceptar que el éxito y el fracaso son parte de un viaje en constante evolución. 

Hoy te invito a practicar el desapego. Reflexiona sobre tus fuentes de dependencia: Pregúntate en qué aspectos de tu vida estás poniendo tu felicidad en manos de otros o de situaciones externas. Identificar estas áreas es el primer paso para practicar el desapego. Cultiva la autocomprensión y la autovaloración. Fortalece tu sentido de identidad y autoestima a través de la autoobservación y el autoconocimiento. Reconoce que tu valor no depende de factores externos. Disfruta del presente sin aferrarte al futuro. Vive el momento con plenitud y gratitud, sin obsesionarte por lo que podría ser o por lo que ya ha pasado. Establece límites saludables en tus relaciones y en tu vida profesional, aprende a decir “no” y a poner límites que te permitan mantener tu equilibrio emocional.

Ama y aprecia sin apego. Disfruta de tus logros, de tus relaciones y de tus posesiones sin dejar que definan tu felicidad. Agradece lo que tienes sin sentir que lo necesitas para ser completo. El poder del desapego radica en la libertad que nos otorga para vivir plenamente sin estar atados a las fluctuaciones de nuestras circunstancias. 

Al practicar el desapego, no solo encontramos una paz interna duradera, sino que también somos capaces de ofrecer lo mejor de nosotros mismos a los demás. El desapego nos permite amar y vivir con una ligereza que transforma nuestra experiencia de vida en una danza armoniosa y enriquecedora, mientras esperamos nuestro destino final: el Cielo.

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«Pero la piedad, acompañada de contentamiento, es gran ganancia. Pues nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar» (1 Timoteo 6:6-7 NVI)

 

¡Feliz y bendecida semana!

 

Con cariño,

 

 

Nataly Paniagua